Por El Zubi
La corta vida del torero Florentino Ballesteros es, dentro de la historia de la Tauromaquia, digna de leyenda o de novela romántica, ya que la desgracia y el fatalismo se aliaron con él desde el mismo día de su nacimiento. Su nombre completo era Florentino Ballesteros Solsona, matador de toros nacido en Zaragoza el 11 de enero de 1893. Llevaba los apellidos de la madre, pues el mismo día de su nacimiento fue depositado por esta en el torno de la Inclusa del Hospicio Provincial. Pasó una infancia dura, triste y solitaria de Hospicio en Hospicio: primero el de Zaragoza, después Teruel, Calatayud y con 10 años volvió de nuevo a Zaragoza.
Abandona los Hospicios siendo un muchacho con el oficio de pintor, aunque desde muy joven se sintió atraído por el de torero, cosa que hace con decisión al arrojarse a los ruedos como espontáneo en bastantes ocasiones dando con sus huesos en distintas comisarías de la provincia de Zaragoza. En esta provincia participa en muchas capeas hasta que aprende la técnica de este oficio y comienza a triunfar como novillero y a entusiasmar a la afición maña. Aparece además en esos años otro novillero zaragozano con nombre similar con el que mantendrá una gran rivalidad: Jaime Ballesteros “Herrerín”, dividiéndose la afición en dos bandos, hasta que “Herrerín” muere corneado en Cádiz en 1914. Florentino triunfa varias veces en Madrid, actuaciones que tendrán una gran repercusión en toda España. El 18 de septiembre de 1914 sufre una cornada gravísima en el pecho toreando en Morón. Una premonición de lo que tres años más tarde le iba a ocurrir en Madrid. Tardó mucho tiempo en recuperarse de este percance. Era un torero muy cotizado a pesar de tocarle vivir la Edad de Oro del Toreo, emulando con Gallito y Belmonte. En 1914 tenia contratadas nada menos que 63 actuaciones, pudiendo cumplir con algo más de cuarenta de estos compromisos a causa de esa cogida. Fue un hombre bueno, lleno de bondad y generosidad, pues en los momentos en que nadó en la abundancia nunca olvido a sus hermanos de los Hospicios de la provincia de Zaragoza por donde pasó, que visitaba con frecuencia donando generosas cantidades de dinero para los niños incluseros.
El 13 de abril de 1916 toma la alternativa en Madrid de manos de José Gómez “Gallito” actuando como testigo Francisco Posada, con ganado de Santa Coloma. Un año más tarde, el 22 de abril de 1917 vuelve a Madrid para encontrarse con la muerte. Alternó aquella tarde con Manuel Mejías Rapela “Bienvenida” y José Gómez “Gallito”, para lidiar reses de Gamero Cívico. Para la ocasión Florentino Ballesteros estrenaba un magnífico terno magenta y oro. Fue en el sexto toro de la tarde, segundo de su lote, de nombre “Cocinero”, un berrendo en castaño quien truncaría la vida y las ilusiones de este valiente y desdichado torero. Ballesteros recibió al toro con dos preciosas y muy ceñidas verónicas que levantaron al público de sus asientos. En el tercer lance el torero tropezó con las patas del toro y fue enganchado por este, con tan mala fortuna que lo corneó en el aire fuertemente con el pitón hundido en el pecho, justamente en el mismo lugar donde tres años antes fue corneado en Morón.
El torero fue atendido en la enfermería, donde entró muy grave, por los doctores Sandoval, Moto y Parache, cuyo parte médico decía textualmente: “Ballesteros sufre herida en la región torácica anterior derecha de 8 centímetros de profundidad, al nivel del cuarto, quinto y sexto espacios intercostales, penetrando en la cavidad. Pronóstico muy grave”. Hechas las primeras curas de urgencia, el torero fue trasladado a la Fonda los Leones, en la calle de El Carmen de Madrid, que era su hospedaje habitual cuando toreaba en la capital. Tras una larga y penosa agonía murió en la madrugada del 23 de abril, a las 2,25 horas. Su cadáver fue conducido ese mismo día a Zaragoza donde su muerte produjo una gran consternación y pesar.
Florentino Ballesteros finísimo con capa y muleta, torero de arte con amplio repertorio y sello personal, que brilló con luz propia en una época muy difícil, la Edad de Oro del Toreo, junto a Joselito y Belmonte, con quienes siempre emuló.
Abandona los Hospicios siendo un muchacho con el oficio de pintor, aunque desde muy joven se sintió atraído por el de torero, cosa que hace con decisión al arrojarse a los ruedos como espontáneo en bastantes ocasiones dando con sus huesos en distintas comisarías de la provincia de Zaragoza. En esta provincia participa en muchas capeas hasta que aprende la técnica de este oficio y comienza a triunfar como novillero y a entusiasmar a la afición maña. Aparece además en esos años otro novillero zaragozano con nombre similar con el que mantendrá una gran rivalidad: Jaime Ballesteros “Herrerín”, dividiéndose la afición en dos bandos, hasta que “Herrerín” muere corneado en Cádiz en 1914. Florentino triunfa varias veces en Madrid, actuaciones que tendrán una gran repercusión en toda España. El 18 de septiembre de 1914 sufre una cornada gravísima en el pecho toreando en Morón. Una premonición de lo que tres años más tarde le iba a ocurrir en Madrid. Tardó mucho tiempo en recuperarse de este percance. Era un torero muy cotizado a pesar de tocarle vivir la Edad de Oro del Toreo, emulando con Gallito y Belmonte. En 1914 tenia contratadas nada menos que 63 actuaciones, pudiendo cumplir con algo más de cuarenta de estos compromisos a causa de esa cogida. Fue un hombre bueno, lleno de bondad y generosidad, pues en los momentos en que nadó en la abundancia nunca olvido a sus hermanos de los Hospicios de la provincia de Zaragoza por donde pasó, que visitaba con frecuencia donando generosas cantidades de dinero para los niños incluseros.
El 13 de abril de 1916 toma la alternativa en Madrid de manos de José Gómez “Gallito” actuando como testigo Francisco Posada, con ganado de Santa Coloma. Un año más tarde, el 22 de abril de 1917 vuelve a Madrid para encontrarse con la muerte. Alternó aquella tarde con Manuel Mejías Rapela “Bienvenida” y José Gómez “Gallito”, para lidiar reses de Gamero Cívico. Para la ocasión Florentino Ballesteros estrenaba un magnífico terno magenta y oro. Fue en el sexto toro de la tarde, segundo de su lote, de nombre “Cocinero”, un berrendo en castaño quien truncaría la vida y las ilusiones de este valiente y desdichado torero. Ballesteros recibió al toro con dos preciosas y muy ceñidas verónicas que levantaron al público de sus asientos. En el tercer lance el torero tropezó con las patas del toro y fue enganchado por este, con tan mala fortuna que lo corneó en el aire fuertemente con el pitón hundido en el pecho, justamente en el mismo lugar donde tres años antes fue corneado en Morón.
El torero fue atendido en la enfermería, donde entró muy grave, por los doctores Sandoval, Moto y Parache, cuyo parte médico decía textualmente: “Ballesteros sufre herida en la región torácica anterior derecha de 8 centímetros de profundidad, al nivel del cuarto, quinto y sexto espacios intercostales, penetrando en la cavidad. Pronóstico muy grave”. Hechas las primeras curas de urgencia, el torero fue trasladado a la Fonda los Leones, en la calle de El Carmen de Madrid, que era su hospedaje habitual cuando toreaba en la capital. Tras una larga y penosa agonía murió en la madrugada del 23 de abril, a las 2,25 horas. Su cadáver fue conducido ese mismo día a Zaragoza donde su muerte produjo una gran consternación y pesar.
Florentino Ballesteros finísimo con capa y muleta, torero de arte con amplio repertorio y sello personal, que brilló con luz propia en una época muy difícil, la Edad de Oro del Toreo, junto a Joselito y Belmonte, con quienes siempre emuló.
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