Por El Zubi
Mariano Canet Lozano “Llusío”, fue un banderillero nacido en Valencia el 1 de septiembre de 1843, que murió con 32 años en la Plaza de Toros de Madrid, un 23 de mayo de 1875, de la cornada que el miura “Chocero” le dio en la yugular, en la parte izquierda del cuello.
“Llusío” figura como banderillero en 1864 en fiestas de pueblos de su provincia. Aparece por primera vez en corridas de toros en Valencia, el 20 de julio de 1866 a las órdenes del “Tato”. Su muerte le sobrevino, actuando a las órdenes del diestro “Cara-Ancha”, el 23 de mayo de 1875 en la corrida de la Beneficencia. Su cogida la describe Antonio Peña y Goñi en su libro “Lagartijo y Frascuelo y su tiempo”, ya que el citado autor fue testigo presencial de los hechos.
En esta corrida se lidiaron tres toros de Veragua, tres de Saltillo y dos de Miura, para los diestros “Lagartijo”, “Currito” y “Cara-Ancha”. Precisamente “Lagartijo” dio aquel día la alternativa a “Cara-Ancha” y según cuenta la crónica, la corrida fue muy accidentada y peligrosa para los toreros.
El miura “Chocero” se lidió en sexto lugar. Era un toro castaño, ojo de perdiz, meleno y astillado del izquierdo. Tomó siete varas y mató tres caballos. Una vez cambiado el tercio salió a banderillear un peón desconocido hasta entonces en Madrid: Mariano Canet “Llusío”, que insistió además en hacerlo cuando sus compañeros se disponían a hacerlo. Canet cogió los palos y se fue hacia la res por derecho, llegó al centro, clavó el par un poco bajo a la derecha y se quedó parado en el embroque. El toro humilló y lanzó un hachazo que alcanzó violentamente al torero volteándole. Antes de que “Llusío” llegara al suelo, el toro le dio un segundo derrote seco. Ya en la arena “Llusío” trató de incorporarse, pero “Chocero” lo empitonó de nuevo con gran ímpetu y lo volvió a cornear y a pisotear con rabia y furia, hasta que el toro salió del encuentro por su viaje natural. Canet se levantó llevándose la mano izquierda al cuello, donde se le apreciaba claramente una tremenda herida que sangraba abundantemente.
Las asistencias le cogieron con rapidez, en el momento en que el torero dejó caer sus brazos y se desmayó, siendo conducido rápidamente a la enfermería. Allí llego desangrándose por la yugular izquierda, que la tenía completamente cercenada. Testigos presenciales cuentan que “Llusío” gritaba agónico: “¡Agua que me ahogo! ¡Madre mía de mi alma no te volveré a ver!. Esas fueron las últimas palabras que salieron de su boca, ya que Mariano Canet moría segundos después, a los quince minutos de ocurrirle el percance.
Antonio Peña y Goñi en su crónica, a modo de reproche, apunta que “ni un capote, ni uno tan sólo acudió a socorrer al torero” cuando fue alcanzado por el astado la primera vez, y acusa a toreros y banderilleros que allí actuaron aquel día de haber dejado a “Llusío” a merced de una fiera encelada. Su muerte causó una gran conmoción, por lo accidentado de la corrida y por ser la primera que ocurría en la enfermería de la nueva plaza madrileña. Mariano Canet “Llusío” recibió sepultura el 25 de mayo en Valencia, su tierra natal.
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