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Mano a Mano se ha enriquecido, hoy presentamos gustosos a nuestra nueva pluma: Pedro Julio Jiménez Villaseñor, esperamos que sea de su agrado y lo disfruten tanto como nosotros.



Un olé para todos.



Pasifae y El Zubi

lunes, 4 de enero de 2010

MANUEL DOMINGUEZ CAMPOS "DESPERDICIOS" FUE UN TORERO SEVILLANO CON UNA VIDA AZAROSA LLENA DE AVENTURAS


Desperdicios fue un torero sevillano de nombre Manuel Domínguez de Campos, nació en el pueblo de Gelves (Sevilla) el 27 de febrero de 1816 y como muchos toreros de su época comenzó sus andaduras en el matadero de Sevilla siendo alumno de la Escuela de Tauromaquia. Fue el inventor del lance de capa El Farol, y un maestro con el estoque, realizando la suerte, la mayoría de veces, recibiendo.
Entre 1832 y 1835 fue sombrerero y banderillero y en 1835, actuando de media espada, tuvo enfrentamientos con Juan León, torero con el que toreó como banderillero. Este enfrentamiento perjudicó su incipiente carrera taurina, y motivó su marcha a las Américas, concretamente a Montevideo. Allá, el diestro se dedicó a todo menos a torear, vivió en una hacienda, fue ranchero, político, militar y, un negociante muy habilidoso. Según cuenta Sánchez de Neira “… fue militar… en la República de Montevideo; torero, en Río de Janeiro; guajiro, en Buenos Aires; bravo con los bravos matones de aquella tierra; mayoral de negrada; cabecilla de gente de campo contra indios feroces, e industrial traficante”, ofreciéndonos, semejante enumeración de sus oficios una idea muy clara de su temple, en tan alto grado como las hazañas taurinas que ocupan la tercera parte de su vida.
Después de 16 años, en 1852 embarcó en la fragata Amalia, llegando al puerto de Cádiz, a los cuarenta y dos días de su salida de Montevideo. Al llegar se fue de inmediato a Sevilla, en la que se encontró como forastero en su propia patria. Ya no se le recordaba y tenía que invocar memorias de personas y sucesos para que los que fueron sus amigos le reconocieran. Vuelve con el firme propósito de retomar su vieja profesión taurina, y con tal motivo, fue a visitar a Francisco Arjona Herrera (Cúchares), en el apogeo de su fama, a su huerta de Villalón. Éste le recibió con frialdad, y en un arranque de sinceridad ante sus proyectos, llegó a aconsejarle que toreara por los pueblos, lo que hirió sobremanera el amor propio de Domínguez, que se propuso escalar al puesto que creía corresponderle en el escalafón taurino sin deber ayuda alguna a los anteriormente encumbrados.
Se asoció al espada Antonio Conde, y toreó el mismo otoño de 1852 en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Su toreo había evolucionado, merced especialmente a las innovaciones y maneras de Montes y Cúchares. El toreo parado y seco de Domínguez, y especialmente su valor para recibir los toros, impresionaron al público, no acostumbrado a tan austero estilo, y pronto tuvo partidarios y se discutió con calor su manera de torear, comparándola con las alegrías, recortes y zarandajas de la escuela de Cúchares.
Toma la alternativa, en Madrid, el 10 de octubre de 1953, en donde Julián Casas El Salamanquino le cedió el toro Balleno, de don Vicente Martínez, completando la terna Cayetano Sanz y Lavi. Sus compañeros eran tres de los más prestigiosos matadores de la época. Fue un torero que, como muchos otros, no gustó al respetable madrileño, pero la valentía que arrojaba en el ruedo estaba muy bien vista por los entendidos y críticos taurinos del siglo XIX.
Su carrera se vio truncada el 1 de junio de 1857, cuando toreaba, alternando con El Tato, en la plaza de El Puerto de Santa María, Cádiz, en donde el toro Barrabás, de la ganadería de Concha y Sierra, le dio una cornada que le vació el ojo derecho. El globo ocular le quedó colgando fuera de la órbita, pero él entró por su pie a la enfermería, tapándose la cuenca del ojo con un pañuelo. Se dice, y de ahí su apodo, que al entrar a la enfermería les dijo a los doctores: “Esto no son más que desperdicios”.
Tras su convalecencia reaparece en Málaga exigiendo el mismo ganado –Concha y Sierra- y obtuvo un éxito clamoroso, a pesar de eso y a raíz de su grave cogida los contratos fueron disminuyendo, finalmente, tuerto, falto de cualidades y con movimientos cada vez mas torpes debido a su edad, continuó toreando hasta que fue sexagenario, pero siempre dio muestras de un arrojo singular. Murió en Sevilla el 6 de abril a los 70 años de edad. Esta es la versión mas aceptada de su apodo, sin embargo circula otra en la que se afirma que el apodo “Desperdicios” le sobrevino cuando estando toreando en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, el famoso torero rondeño Pedro Romero se fijo en él y afirmó “ese muchacho no tiene desperdicios”.
Dos versiones, dos opiniones y que cada cual escoja la que mas le guste, a mi en particular me gusta la primera, pero como decía El Gallo, “tiene que haber pa tó”. Puede considerarse también a este torero como progenitor de una dinastía taurina, pues años mas tarde, un sobrino-nieto suyo siguió sus pasos, se trata de Manuel Álvarez “Andaluz”, fallecido en Sevilla en febrero de 2000, fue el torero que mas veces alternó con Manolete después de Pepe Luis Vázquez.
Fernando Fabiani. Aficionado

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