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Mano a Mano se ha enriquecido, hoy presentamos gustosos a nuestra nueva pluma: Pedro Julio Jiménez Villaseñor, esperamos que sea de su agrado y lo disfruten tanto como nosotros.



Un olé para todos.



Pasifae y El Zubi

martes, 30 de octubre de 2012

LUPE SINO SE CASO EN 1937 EN MADRID CON ANTONIO VERARDINI, JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL IV EJERCITO DE CIPRIANO MERA

Rafael González Zubieta (“EL ZUBI”) Mucho se ha divagado sobre la figura de Antonia Bronchalo Lopesino, conocida artísticamente como Lupe Sino, desde que el director de cine danés Menno Meyjes se decidiera en 2005 a rodar la desafortunada película “Manolete”. Hasta entonces esta mujer era una completa desconocida: que fue la novia del torero de Córdoba, una chica Chicote con la que unos pocos especularon sobre su posible nacionalidad mexicana, con su fama de buscona por un lado, y arpía por otro, como la llamaba en 1999 con mala uva y lamentable ironía, el malintencionado e ignorante periodista Antonio Burgos en una antigua web titulada “Academia Mundial de Arpías Lupe Sino”, de la que él se autodenominaba presidente honorario. Eso era todo cuanto se sabía de ella y lo poco que se podía encontrar navegando por internet, hasta que por esas fechas me puse manos a la obra, investigué aquí y allá durante años, con paciencia y con tesón, dándole tiempo al tiempo, y comencé a sacar a la luz la verdadera personalidad de esta mujer tan maltratada por la bibliografía taurina del franquismo y con la que la memoria histórica de este país aun tiene una deuda pendiente.
Imágenes del ambiente que había en el Bar Chicote Desde entonces muchos escritores e historiadores taurinos oportunistas han bebido en mis fuentes, unos (los menos) citándome honradamente y muchos otros haciendo suyas cuantas investigaciones fui publicando en mi blog “Larga cordobesa”, en la añorada revista taurina publicada en Córdoba “La Montera” y en el propio Diario Córdoba. Todos siguen ignorando cómo fue la vida de Antonia Brochalo antes y durante la guerra civil, hasta que conociera al torero Manuel Rodríguez “Manolete” en el bar Chicote. Daba la sensación en todas cuantas biografías sobre el torero que he manejado, de que esta intrépida mujer no tenía pasado, como si hubiese aparecido en Madrid en 1943 de buenas a primeras, cuando la verdad es que tuvo una primera y una segunda juventud apasionantes en Madrid. Siendo sólo una chiquilla, entró a servir como criada en casas de señores adinerados, huyendo de la inmensa pobreza en la que nació un 6 de marzo de 1917 en Sayatón, en la provincia española de Guadalajara, pues su padre Nicomedes Bronchalo Sánchez, de fuertes convicciones republicanas, era un humilde peón agrícola, que apenas ganaba para dar de comer a los nueve hijos que tuvo, siete hembras (Benita, Basilia, Antonia, Visitación, Claudia, Anunciación y María del Pilar) y dos varones (Emilio y Félix). En 1928, Benita y Basilia servían en Madrid en la casa del empresario navarro Félix Huarte Goñi, mientras que Anunciación y Mari Pili estaban en un colegio de monjas que les pagaba Antonia con lo que ganaba ya como actriz en cabaret y salas de espectáculos. A su hermano Emilio, el mayor y mas enfermizo, le puso una carbonería.
SI HUBO BODA A LA REPUBLICANA Julián García Candau en su extraordinario libro “Celos, amor y muerte. Tragedias y pasiones del toreo” (Espasa-Hoy, 2003), apunta la única pista verdadera sobre esta mujer y años mas tarde la periodista Carmen Esteban con su libro “Lupe, el sino de Manolete” (Espasa-Hoy 2007), son los únicos que han contado de primera mano la verdad o lo poco que se sabe de ella, citándo con honradez las fuentes consultadas. Todos los demás ensayos publicados sobre el tema (Gonzalo Sánchez, Agustí; el fantasioso periodista catalán Juan Soto Viñolo, incluso Fernando Gonzalo Viñas en su reciente biografía “Manolete, biografía de un sin vivir”) han pecado de oportunismo y falta de rigor histórico y ausencia absoluta de investigación. Nadie hasta ahora sabía a ciencia cierta si quiera… si era verdad o no que Antonia Bronchalo llegara a casarse durante la guerra con un supuesto “comisario político” del Ejercito republicano. Un matrimonio del que según se dice en todas las fuentes bibliográficas “no existe constancia” (García Candau y Esteban Carmen, Ob. c., las mas serias por ejemplo), ni siquiera se cuenta qué hizo esta mujer para sobrevivir en aquel Madrid fratricida en el que una vida no valía ni una perra gorda. No es cierto que este presunto matrimonio fuese “un bulo, una leyenda negra para desprestigiar a esta mujer nada más hacerse novia formal de Manolete”, como apunta Carmen Esteban en su libro. Antonia Bronchalo Lopesino contrajo matrimonio civil durante la guerra española en octubre de 1937, con el Jefe el Estado Mayor del IV Ejercito Republicano Antonio Verardini Díez-Ferreti, un confuso y controvertido personaje que se movió en el filo de la navaja durante toda su vida: ingeniero, presunto estafador, anarquista de origen burgués y que el general Cipriano Mera conoció en la cárcel Modelo defendiéndole siempre a capa y espada. Ambos fueron excarcelados de la Modelo el 21 de julio. Verardini para muchos fue un cenetista de ocasión, con un dudoso título de ingeniero en su poder y un turbulento pasado como estafador a sus espaldas. El acto civil de matrimonio tuvo lugar en el cuartel General de la 33 División, actuando como testigos del mismo, el general Miaja y Cipriano Mera. Asistieron unos cuantos invitados entre los que se encontraban el general Gorev, principal “consejero” ruso; el comandante Perea, jefe del IV Cuerpo de Ejército; comandante Medrano, jefe de la 33 División; comandante Palacios jefe de la 5ª División; comandante Valentín González, jefe de la 46 División; comandante de artillería Rufino Estellés, comisarios Sebastián Zapiráin y Manuel Valle; así como los periodistas Javier Bueno, socialista, Farcía Pradas, cenetista, y finalmente Eduardo Val, secretario del Comité Regional del Centro. De este evento se publicó una foto en las memorias del mismo Cipriano Mera “Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista” (editado en 2006 por Confederación Nacional del Trabajo, CNT), en la que aparece Verardini con su compañeros pero no Antonia. De este enlace, como es natural, no queda constancia escrita alguna en ningún Registro Civil, pues en aquellos ajetreados días en un Madrid convulso lleno de conspiraciones y muerte, ni se registraba este tipo de enlaces civiles ni ya se registraba oficialmente nada, ni siquiera las muertes. En todo caso ningún matrimonio civil celebrado durante la República era legal en la España de Franco, por lo que este enlace como otros muchos que debieron de celebrarse en realidad no tuvieron valor alguno fuera de ese contexto bélico.
El general Miaja ofició la boda de Verardini con Antonia Bronchalo. Cipriano Mera asistió al enlace PRIMEROS AÑOS EN UN MADRID BÉLICO Antonia abandonó el pueblo con catorce años y con sus padres y hermanos se trasladaron a Madrid recalando en una humildísima casa que se encontraba en la ahora calle Arturo Soria. Con esa edad, siendo tan solo una zagala, se colocó como criada en una casa de unos adinerados que residían en la calle Lista en el barrio de Salamanca. Ese fue su oficio durante unos años, hasta que ya hecha una bella mujer, decide probar suerte en el mundo del espectáculo y así le sorprende la guerra civil en España. Aunque pasados los años y dado la gran belleza que tenía, aspiraba a algo más que a ser una bailarina de cabaret. Pero el conflicto armado cortó de raíz por ahora sus aspiraciones. Antonia pasó la Guerra Civil en Madrid y supo sobrevivir, por su instinto, su inteligencia y por no decirlo, también por su belleza. Sus mejores armas de mujer.
Grupo de milicianos y milicianas por las calles de un Madrid en guerra Es cierto que en esta época se codeó con lo mas granado de la izquierda de la capital de España. Entrando en contacto directo con los anarcosindicalistas con los que se sintió muy identificada. Supo sobrevivir en una ciudad ocupada en guerra, entre soldados y corresponsales, brigadas internacionales, comisarios comunistas, espías, delatores, chulos, hambre y terror. Madrid en aquellos días vivía un ambiente revolucionario, que propiciaba el enfrentamiento de clase y para los desafectos que debían de protegerse resultaron especialmente peligrosas las criadas u otros empleados de servicio si los tenían. El riesgo que suponía cuando se contaba con personas empleadas en el servicio del hogar se concretaba sobre todo en la figura de las criadas. En muchas ocasiones, estas eran muchachas jóvenes que, bien desde antes de julio de 1936 o después de entonces, mantenían relaciones con algún joven que, ahora enfundado en un mono o en un uniforme de miliciano, tenían su vida asegurada. Estas relaciones de milicianos con criadas del servicio doméstico suponían un peligro para el desafecto. Igualmente los porteros de las fincas fueron por encima de cualquier otra profesión o grupo social profesional los que se significaron más en la actuación contra la población desafecta madrileña covirtiéndose en su verdadero peligro como delatores vengativos.
Foto de la plana mayor del Ejército de Cipriano Mera. Verardini con las manos en los bolsillos y las piernas abiertas habla a Cipriano Ese fue el ambiente en el que tuvo que desenvolverse una jovencísima Antonia Bronchalo. En honor a la verdad no se puede acusar a esta mujer de delatar a nadie aunque tampoco se puede afirmar lo contrario. Si se sabe que tuvo varios percances con el orden público por alguna noticia recogida por la prensa de la época, concretamente en una noticia de la edición de La Vanguardia del viernes 16 de abril de 1937, en la que se da cuenta de la detención por parte de una patrulla de comunistas a las ordenes de Fernando Valenti mandado por el comisario comunista Cazorla de Antonio Veradini, significado anarcosindicalista, al sorprenderlo en su casa, en aquellos días de 1937 en la calle Torrijos número 26, embriagado y metido en la cama con Antonia Bronchalo. Al parecer la detención se produjo cuando en el registro se encontró entre las ropas del Jefe del Estado Mayor de Mera, una orden secreta de operaciones del Estado Mayor de la 70 Brigada del IV Ejército de la Columna del Rosal y de los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra, un documento que según cuanta el propio Cipriano Mera en sus memorias, a pesar de haber sido una irresponsabilidad del detenido llevarlo encima en ese momento, no tenía ninguna importancia ni representaba ningún peligro para la República. Lo cierto es que los comunistas se la tenían jurada a Verardini, y tuvo que ser el propio Cipriano Mera quien consiguiese liberarlo de la Consejería de Orden Público, con un camión cargado con 25 hombres pertrechados de fusiles ametralladoras y bombas de mano, con el beneplácito del propio general Miaja que ordeno inmediatamente su liberación. También se hace una referencia a ella en el libro de memorias de Cipriano Mera, sobre unos hechos llenos de ambigüedad: por una denuncia falsa interpuesta por Antonia Bronchalo sobre el abrigo de visón que poseía la mujer de Cipriano. Al parecer le denunció a él también porque le había puesto un piso a su mujer con todos los lujos en el barrio de Salamanca.(...). UNA VIDA AVENTURERA Y APASIONADA
Pero ¿quién fue realmente este Antonio Verardini Díez-Ferreti?. Según pude saber por fuentes familiares, Antonio Verardini nació en Madrid el 13 de junio de 1910. Era el pequeño de ocho hermanos aunque solo cinco llegaron a edad adulta. Su primera juventud fue risueña y confortable en el seno de una familia acomodada y burguesa. Fue siempre una persona inquieta y traviesa desde muy jovencito. Su padre se llamaba Giuseppe Verardini Ferreti ingeniero de Minas (de origen italiano, concretamente de Bolonia) y su madre Aurea Díez, mujer culta y estudiada, que buscó la mejor formación para su hijo. A los 14 años era un bachiller aventajado, y a los 21 un joven con ingenio y con recursos, que tuvo la iniciativa de salir a formarse al extranjero. Antonio al parecer fue una persona muy inteligente y ya destacó por ello desde muy joven, según recoge una noticia de ABC del 20 de marzo de 1925: Ayer tarde, a las seis, se verificó en el Instituto Católico de Artes e Industrias, del Paseo de Alberto Aguilera, (Colegio de los Jesuitas) una solemne fiesta(...). Los alumnos del quinto año de Bachillerato Sres. Villanueva, Millán, Ayala, Jarata, Lucini y Verardini, dieron conferencias de vulgarización científica acerca de la técnica moderna de las telecomunicaciones(...). Lo cierto es que por su rebeldía fue expulsado del Colegio de los Jesuitas y se marcha para formarse como Ingeniero Mecánico en la Politécnica de París. Fue el ingeniero más joven de su promoción, pues hizo la carrera en solo dos años. A su vuelta a Madrid no encuentra su sitio...y se marcha a Ceuta donde constituye una sociedad de construcciones con muchos proyectos, pero le dan la espalda por su espíritu libertario y revolucionario. En una entrevista que le hizo el periodista José Romero Cuesta en el semanario Mundo Gráfico en 1937 desmiente que fuera un estafador y cuenta que fue encarcelado porque ante su actitud anarquista, libertaria y revolucionaria le aplicaron la Ley de Vagos y Maleantes, con la excusa de “anormalidad mental”... Fue un personaje muy peculiar que tuvo una vida aventurera y apasionante. Se escapó de casa con sólo 17 años y se fue a París donde se hizo pintor. Su padre lo trajo de vuelta a casa poco menos que de las orejas tras descubrirle en una exposición colectiva de pintura en la que firmaba bajo el seudónimo de D’Igny. Ese fue el momento en el que harto de las comparaciones con su hermano mayor decidió estudiar Ingeniería en París. Probablemente se hizo anarquista por pura reacción contra su padre, que era muy estricto, tradicional y conservador de derechas, con una posición económica en aquellos días mas que acomodada. Antonio Verardini pasó de soldado raso a teniente en una semana. Los milicianos recibieron un cargamento ruso de ametralladoras y otras armas sofisticadas desmontadas. Él tomó la iniciativa de enseñar a todos como debían de montarse y comenzó a destacar entre los demás, y esa circunstancia junto a su amistad con Mera le hicieron llegar a Jefe del Estado Mayor de Cipriano Mera. Lo cuenta el propio Cipriano Mera en sus memorias: “Serían las once de la mañana del día 28 cuando emprendimos nuestra marcha en dirección a Cuenca los ciento cincuenta compañeros, con dos ametralladoras y el fusil ametrallador que Verardini nos había enseñado a manejar. Tuvimos una reunión con el teniente coronel del Rosal para estudiar seriamente el reforzamiento de nuestras posiciones. Nuestro frente fue dividido en tres sectores, mandado por Manuel Arenas el flanco izquierdo por Cayuela el frontal y por Teodoro Mora el derecho. El compañero Verardini, reconocida su gran capacidad, fue nombrado jefe del Estado Mayor”. El 7 de mayo de 1938 le fue concedida la medalla de Sufrimiento por la Patria (recogido de La Vanguardia 10 de mayo de 1938), al haber sido herido en una pierna en acción de guerra en el frente de Cuenca en 1936.
Página con la entrevista a Verardini en El Mundo Gráfico Se sabe que estuvo procesado y condenado en la cárcel Modelo por estafa. Está documentado que Verardini pasó por la sección primera de la Audiencia Provincial de Madrid el 23 de abril de 1935, acusado de estafa. El letrado que lo defendió fue un tal Roca de Togores. Existen pruebas documentales de estas acusaciones de estafa y robos en los archivos de la Audiencia Territorial Criminal de Madrid: concretamente una estafa y robo a un comercio de pieles que estaba ubicado en la calle Narváez. Por tanto no en vano se le calificó como “conocido estafador” pues había sido condenado en varias ocasiones por fechorías como esta. Por eso estaba desde 1931 en la cárcel Modelo cumpliendo su condena. Allí conoció e hizo gran amistad con Cipriano Mera, que estaba cumpliendo condena por motivos políticos precisamente y no por estafa como Verardini. En la Navidad de 1932, estando preso en la cárcel Modelo, llevó a cabo otra estafa a un conocido preso compañero de celda que allí se encontraba por motivos políticos. Se trata del banquero Juan March. Este hecho lo cuenta el escritor Ramón Garriga Alemany: “El hombre considerado como el mas rico de España iba a pasar la Nochebuena en la Cárcel Modelo de Madrid en la categoría de preso. Para el mallorquín, fiel a las tradiciones de su tierra natal, tuvieron que ser unas jornadas muy tristes. No es sorprendente que, apenado por su situación presente, y así lo entendieron muchos, tuviera un rasgo generoso en ofrecer buenos elementos para que sus colegas de encierro pudieran celebrar la Nochebuena y olvidar por unas horas su condición de presos. En la tarde de la víspera de Navidades llegó hasta la puerta de la Cárcel Modelo” una camioneta del Hotel Palace, de Madrid. Transportaba una variedad de comestibles y cigarros habanos con destino a dos individuos encerrados. Como espléndido donante de este regalo que permitía a los presos celebrar la gran fiesta de paz y fraternidad del año, figuraba don Juan March, al que toda la población conocía bien porque hacía medio año que estaba encerrado allí. Lo curioso del caso es que la persona más sorprendida por la llegada y entrega de los víveres y viandas procedentes desde el Hotel Palace fue precisamente March. Era él uno de los principales accionistas del gran establecimiento hotelero y, como no había dado orden alguna para dicho regalo, pidió a la administración del hotel que se le informara de lo ocurrido. ‘No he hecho otra cosa que obedecer la orden que me dio usted por carta’, replicó el administrador mostrando un papel. Se trataba realmente de una orden firmada por el mismo March. Este, perplejo confeso: ‘Realmente se diría que es mi firma, pero el caso es que yo no he firmado esta orden’. March no dio muestras de enfado. Rápidamente analizó la situación: nada sacaría denunciando la jugada de que había sido víctima; en cambio, callando y aceptando la jugada se ganaría las simpatías de los que a sus espalda había celebrado bien la Nochebuena y tal vez, con el tiempo, sacará algún beneficio de una buena inteligencia con ellos. Fue de las pocas veces en su vida que renunció con una sonrisa en los labios a no resarcirse de un daño que se le había hecho. Posteriormente, se supo que el hábil falsificador de la firma de Juan March fue un técnico en comunicaciones llamado Verardini”.
Restaurante Lhardy en Madrid En el restaurante Lhardy de Madrid, se recibe una carta cuyo encabezamiento dice: JUAN MARCH. Particular: “Muy señores míos: les agradeceré envíen el próximo día 24 a don Antonio Verardini, en la prisión celular nº 875, 5ª Galería, una cena para dos personas, remitiéndome a mi domicilio la factura. No le manden vinos, pues no lo permite el reglamento de la prisión, pero mándenle con la cena algunos cigarros. (Firma aparente) Juan March”. El menú fue el siguiente: un Sol Menier, Noix de veau bressanne, Poularde rôti, Gâteau Rhiz, fruta y cigarros habanos. El importe fue de 90 pesetas de las de entonces. Se saben muchas mas cosas de él gracias a la “Causa General” que tuvo lugar en 1943 instruida por el Ministerio Público, en su procedimiento sumarísimo de urgencia nº 48.924 instruido por el Juzgado Especial de Contraespionaje contra José Cazorla Maure, a la sazón responsable de la Brigada especial de la Dirección General de Seguridad de Madrid, se denuncia a Antonio Verardini Díez-Ferreti como directamente implicado de la checa de la falsa Embajada de Siam. La Causa General es informativa y a veces incluso demasiado y sospechosamente informativa. Es verdad que contiene muchas imprecisiones, verdades enteras, verdades a medias, mentiras a medias y mentiras absolutas. Lo que es una absoluta verdad es que Antonio Verardini estuvo directamente implicado en este cruel y terrorífico proyecto de muerte: la checa de la “Embajada de Siam”. Apareció la bandera del reino tailandés en un chalé en el número 12 de la calle Juan Bravo de Madrid. El local había sido incautado durante los primeros días de la guerra por el Ateneo Libertario de la CNT de La Guindalera. La trampa fue urdida desde el comité de defensa de la CNT, con el beneplácito de Eduardo Val, presidente del mismo y del cenetista Manuel Salgado Moreira El gancho para engañar a los desafectos y “quintacolumnistas” y atraerlos al cobijo de la embajada de Siam fue Alfonso López de Letona, que actuó durante todo el conflicto como espía doble, conocido calavera de una gran familia madrileña que fue secretario y guardaespaldas del político Antonio Goicoechea (a quien acompañó en su huida a Portugal) y matón ocasional de Falange. López de Letona contaba con numerosos amigos refugiados en embajadas y otros centros bajo bandera diplomática. López de Letona mantuvo una vieja amistad con Verardini, pues e conocieron en los patios de la cárcel Modelo. Un lugar óptimo para forjar estrechos lazos de camaradería. Desesperado por el peligro que en aquellos días corría su vida, Letona busca a Verardini y le pide protección. Verardini pone precio a esta protección y le pide, además de información de algunos de sus amigos, que haga correr entre ellos la buena nueva de la apertura de la Embajada de Siam. Lejos de toda sospecha, López de Letona asegura así a sus amigos derechistas escondidos, la bondad de acogerse con sus familiares y pertenencias, especialmente joyas y dinero, a la protección de la embajada de Siam. Les cuenta que él ya lo ha hecho y les dice que ésta resulta ser una oportunidad única que no deben de dejar pasar. No tardarán en presentarse en la falsa embajada los primeros incautos que, tras ser recibidos con grandes atenciones, son alojados en habitaciones provistas de micrófonos ocultos. Los recibía el propio Verardini de manera muy amable y se presentaba así mismo a sus agradecidos huéspedes como el Doctor Koplovitz. Verardini y Salgado se dedicaban a escuchar las conversaciones de los pobres e indefenso refugiados allí.
Cubierta de la Causa General e imagen de fusilados de una checa Una indiscreción del guardia de asalto Bonilla, cómplice de Salgado y Verardini en el engaño, ante el general Miaja motivó su intervención, exigiendo que se pusiera fin a esta operación, que desprestigiaba a la República. Cuando se ordenó el cierre del local, los que allí estaban refugiados fueron conducidos a la Brigada de Investigación Criminal en la calle Víctor Hugo, donde tenía una de sus sedes la Brigada del Amanecer: la mayoría de los hombres desaparecieron, casi todos ellos eran militares. Las víctimas de este cruel engaño fueron pocas porque la ficticia embajada sólo funcionó unos días y porque algunas integrantes del Auxilio Azul, infiltradas en el SIM, avisaron a tiempo a algunos de los posibles engañados que se salvaron de milagro de caer en la trampa de Verardini. Los acogidos en la falsa embajada de Siam fueron sacados por unas milicias de la CNT y asesinados, siendo los nombres de las víctimas: José María Reus Ruiz de Velasco, Abdón López Turrión, Fernando Guillis Merceded, Manuel Laguna Alfonso, Francisco Barnuevo Sandoval y Enrique Larroque Echevarría. Estas fueron exactamente las víctimas de la trampa de Verardini. En la “Causa General” se apunta que los gastos de esta falsa embajada corrieron a cargo del propio Verardini. UN ESPERADO DIVORCIO Antonio Veradini Díez Ferreti y Antonia Bronchalo Lopesino estuvieron casados y vivieron juntos en Madrid durante la guerra. Según fuentes de la familia Verardini, Antonia vio que su marido iba perdiendo cada día mas poder y sitio dentro del Ejercito Republicano y que la guerra se estaba perdiendo... y comenzó a desengañarse de él. A punto de acabarse la guerra la pareja se rompió y cada uno se fue por su sitio. No se sabe a ciencia cierta si esta ruptura se debió a una decisión oportunista y de conveniencia de Antonia o por desavenencias de la pareja sobre su incierto futuro juntos tras una guerra perdida. Lo cierto es que Antonia optó por quedarse en Madrid y Antonio Verardini huyó a Orán donde en un principio estuvo preso en el campo de concentración de Morand. Logró escapar de allí alistándose como voluntario en el ejército francés. Participó en la segunda Guerra Mundial en el bando aliado. Sin duda fue un tipo listo, con formación y que hablaba a la perfección tres idiomas: italiano, español y francés, y desde luego sacó ventaja de ello, pues tenía la habilidad de interferir las comunicaciones del ejército italiano sacando provecho de ello y de sus servicios el bando aliado. Tras la guerra logró la nacionalidad francesa y se fue a vivir a París en el barrio de Montmartre, donde trabajó como ingeniero enfrascado en sus trabajos de investigación, concretamente sobre la teoría de la “nucléonique”. Dejó escritas y publicadas algunas obras en francés, entre ellas un libro de poemas titulado “26 Poemas” bajo el seudónimo de Harry Bann. Murió a finales de los años 1980 cuando ya estaba muy mayor y residía en una residencia de ancianos en el Hospital de Dios de París. La suerte corrida por Lupe Sino hasta 1948 ya ha sido contada ampliamente en otros post dentro de este Blog. Antonia Bronchalo se marchó a México, pues tras la muerte de “Manolete” le hicieron en Madrid la vida imposible, ya que no estaba ya el torero a su lado para protegerla. Varias manos negras (como la del caballero jerezano Álvaro Domecq y la mismísima Carmen Polo), le cerraron todas las puertas de las productoras cinematográficas con las que trabajó durante años. Allí en México se casó con Manuel Pedro Rodríguez, un joven rico hijo del director del Banco Nacional, del que se separó a los pocos años pues nunca estuvo enamorada de él, regresando de nuevo a Madrid a retomar su carrera como actriz. Murió en Madrid el 13 de septiembre de 1959 a consecuencia de un derrame cerebral. Al parecer seis días antes recibió un fuerte golpe en la cabeza a consecuencia de un accidente sufrido por Puerta de Hierro con su coche deportivo descapotable, cuando era conducido por el actor Arturo Fernández, con quien al parecer mantenía en aquella época una relación sentimental. El diario ABC despachó con una gacetilla la noticia del óbito el lunes 14: “El domingo falleció en Madrid, a los 42 años, doña Antonia Bronchalo a consecuencia de un derrame cerebral. Fue artista cinematográfica, más conocida por Lupe Sino. Había interpretado los principales papeles femeninos en varias películas españolas. Posteriormente se trasladó a México donde rodó dos películas y contrajo matrimonio. Son incontables los testimonios de `pésame que reciben sus deudos en el domicilio de la finada.(...).
Gacetillas que aparecieron en los periódicos sobre la muerte de Antonia Bronchalo
 
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