Por El Zubi
A Francisco Montes Reina “Paquiro”, matador de toros de Chiclana, le debemos toda la grandiosidad que hoy tiene la Fiesta de los Toros. A él y a nadie más se debe en esencia el modelo de corrida que actualmente tenemos y en particular, el paseíllo. Antes de Paquiro las corridas de toros eran de otra forma. Esa manera de hacer el paseíllo, el brillo de los trajes de los toreros, el tocado de la “montera” (por su apellido Montes), y la división de la lidia en tres tercios (el de varas, de banderillas y de muerte), son fruto de las reformas implantadas por el torero de Chiclana allá por los años 1835 a 1840.
Antes de él, la lidia de los toros carecía del orden, de la brillantez y el argumento que le asistieron más tarde, cuando Paquiro puso cada cosa en el lugar que le corresponde. Se puede decir por tanto, que Paquiro fue a las formas del toreo lo que Juan Belmonte al fondo. Si con Belmonte nació el toreo moderno, Paquiro puso los cimientos de la corrida actual, y en su afán de elevar el rango del lidiador de a pie, innovó su indumentaria sentando las bases de lo que hoy es el atuendo de los toreros.
Francisco Montes antepuso los toreros de a pie a los de a caballo, contrariamente a lo que venía siendo habitual hasta entonces. Ya desde Costillares (1760) era evidente la subordinación de los antiguos varilargueros a los matadores, sin embargo en algunos carteles de toros de la época todavía seguían figurando primero los picadores, aunque no en todos. En 1845 en Sevilla ya figuran los espadas antes que los piqueros, sin embargo existen carteles de esos años de la Plaza de Madrid en los que todavía se le da prioridad a los del castoreño. No obstante a la hora de hacer el paseíllo la jefatura de Paquiro no distinguía coletas de castoreño, y no se puede interpretar la medida como menosprecio a los picadores, sino que el torero de Chiclana delante del toro valía mas que todos los de su cuadrilla.
En realidad, Paquiro con su culto a las reglas y al uso de la razón como instrumento de su arte, lo que hace es plasmar en el toreo las directrices básicas del Neoclasicismo: la actitud estética de la Ilustración, que es el pensamiento preponderante de la Europa del siglo XVIII. En esta época el nexo de unión que armoniza la naturaleza y el hombre es la razón. Por eso el Rey Fernando VII creó la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla (1831), al igual que se creara la Real Academia Española de la Lengua y la Real Academia de la Historia. Se busca en estos años establecer los cánones perfectos en todos los órdenes de la vida y conservarlos para que todo el mundo los tome como modelo.
Paquiro estableció los tercios de la lidia de los toros, algo que hasta entonces era inexistente. Limitó la presencia de los picadores en el ruedo hasta la conclusión de la suerte de varas, pues antes permanecían todo el rato en el ruedo participando anárquicamente todo el mundo en la lidia del toro, con lo cual las corridas de toros antes de que las ordenara Paquiro debieron de ser de lo más farragosas. Formalizó también el segundo tercio, el de banderillas, que lo hizo separar del de varas, y el posterior de muerte con estoque mediante el oportuno toque de clarín.
Lo que se consiguió con este ordenamiento de la lidia es evitar que intentaran torear todos a la vez: picadores, banderilleros y matadores, y hacerle las cosas bien a los toros para que su comportamiento diera más brillantez al espectáculo. Se establece un orden lógico a la lidia poniendo a cada uno en su sitio, porque al fin y al cabo el toreo es orden, colocación, técnica, sabiduría y buen gusto...
Desde aquellos tiempos a nuestros días, y con los cimientos puestos por Francisco Montes “Paquiro” se ha construido un espectáculo capaz de convertir la lucha en armonía. La belleza ha enmascarado al riesgo. La muerte, latente siempre en los ruedos, queda oculta por el arte. Por medio hay dos siglos y medio de sangre, sueños y sacrificios. De tal forma vemos como las reformas implantadas por Paquiro fueron de los hechos ocurridos más importantes en el transcurso histórico de la Fiesta de los Toros.
Antes de él, la lidia de los toros carecía del orden, de la brillantez y el argumento que le asistieron más tarde, cuando Paquiro puso cada cosa en el lugar que le corresponde. Se puede decir por tanto, que Paquiro fue a las formas del toreo lo que Juan Belmonte al fondo. Si con Belmonte nació el toreo moderno, Paquiro puso los cimientos de la corrida actual, y en su afán de elevar el rango del lidiador de a pie, innovó su indumentaria sentando las bases de lo que hoy es el atuendo de los toreros.
Francisco Montes antepuso los toreros de a pie a los de a caballo, contrariamente a lo que venía siendo habitual hasta entonces. Ya desde Costillares (1760) era evidente la subordinación de los antiguos varilargueros a los matadores, sin embargo en algunos carteles de toros de la época todavía seguían figurando primero los picadores, aunque no en todos. En 1845 en Sevilla ya figuran los espadas antes que los piqueros, sin embargo existen carteles de esos años de la Plaza de Madrid en los que todavía se le da prioridad a los del castoreño. No obstante a la hora de hacer el paseíllo la jefatura de Paquiro no distinguía coletas de castoreño, y no se puede interpretar la medida como menosprecio a los picadores, sino que el torero de Chiclana delante del toro valía mas que todos los de su cuadrilla.
En realidad, Paquiro con su culto a las reglas y al uso de la razón como instrumento de su arte, lo que hace es plasmar en el toreo las directrices básicas del Neoclasicismo: la actitud estética de la Ilustración, que es el pensamiento preponderante de la Europa del siglo XVIII. En esta época el nexo de unión que armoniza la naturaleza y el hombre es la razón. Por eso el Rey Fernando VII creó la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla (1831), al igual que se creara la Real Academia Española de la Lengua y la Real Academia de la Historia. Se busca en estos años establecer los cánones perfectos en todos los órdenes de la vida y conservarlos para que todo el mundo los tome como modelo.
Paquiro estableció los tercios de la lidia de los toros, algo que hasta entonces era inexistente. Limitó la presencia de los picadores en el ruedo hasta la conclusión de la suerte de varas, pues antes permanecían todo el rato en el ruedo participando anárquicamente todo el mundo en la lidia del toro, con lo cual las corridas de toros antes de que las ordenara Paquiro debieron de ser de lo más farragosas. Formalizó también el segundo tercio, el de banderillas, que lo hizo separar del de varas, y el posterior de muerte con estoque mediante el oportuno toque de clarín.
Lo que se consiguió con este ordenamiento de la lidia es evitar que intentaran torear todos a la vez: picadores, banderilleros y matadores, y hacerle las cosas bien a los toros para que su comportamiento diera más brillantez al espectáculo. Se establece un orden lógico a la lidia poniendo a cada uno en su sitio, porque al fin y al cabo el toreo es orden, colocación, técnica, sabiduría y buen gusto...
Desde aquellos tiempos a nuestros días, y con los cimientos puestos por Francisco Montes “Paquiro” se ha construido un espectáculo capaz de convertir la lucha en armonía. La belleza ha enmascarado al riesgo. La muerte, latente siempre en los ruedos, queda oculta por el arte. Por medio hay dos siglos y medio de sangre, sueños y sacrificios. De tal forma vemos como las reformas implantadas por Paquiro fueron de los hechos ocurridos más importantes en el transcurso histórico de la Fiesta de los Toros.
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