A pesar de poseer muy buenas facultades como torero, la miopía le impidió triunfar en los ruedos
Por El Zubi
Alguien tenia que hacerlo y he decidido ser yo quien cuente la insólita historia torera de José Torres Castro, para que un hecho tan extraordinario como el que él protagonizo en el año de 1959, quede escrito en letra impresa y pase al anecdotario taurino de la tauromaquia y de la ciudad de Córdoba para siempre, ya que su gesta es aun hoy única en la historia de la Tauromaquia mundial, a pesar de que hayan transcurrido mas de cincuenta años desde que acontecieran aquellos hechos, y es por eso que merece ser contada.
Joselito Torres es un personaje muy cordobés, que desde su más tierna infancia ha estado ligado al mundo taurino de la ciudad de Córdoba. Siendo muy joven sintió la llamada taurina y no dudo nunca en dedicarse a esto del toro. Desde muy pequeño jugaba al toro en la calle con sus amigos, y ya con doce años comienza a torear vaquillas y toretes por tentaderos y capeas, así como festivales organizados con fines benéficos, educativos y lúdicos. Bueno hay que decir, para quien no lo sepa, que Joselito Torres es mozo de espada. Un gran mozo de espada, que conoce muy bien los comportamientos y los terrenos del toro, pues no en vano antes de cocinero fue fraile. Durante muchos años ha desempeñado este sabio oficio acompañando al maestro Rafael González ”Chiquilín”. Actualmente es mozo de espada en la Escuela Taurina del Circulo Taurino de Córdoba, y allí, ejerce su maestría en el arte de entrar a matar, ilustrando y aconsejando sabiamente a los jóvenes aspirantes a toreros, que como a él le ocurrió en su día, sueñan con alcanzar la gloria y triunfar en el arte de “Costillares” y “Pedro Romero”. Pero Joselito Torres es además un gran torero de la vida, una extraordinaria persona, amigo de sus amigos, amante de las mujeres, de todas las mujeres del mundo, incluso de la suya propia, una afición esta que le pierde... y ser de esa manera... reconozcámoslo, es como “estar lleno de arte” en el mundo.
He de decir que los hechos que a continuación voy a relatarles los conozco porque el mismo Joselito Torres que fue el protagonista, me los relató de viva voz y han sido además ratificados por algunos testigos que asistieron a aquel famoso evento, como es el caso de Andrés Dorado, que por aquel tiempo también se encontraba embrujado con el veneno del toreo.
Resulta que en el año 1959, con motivo de la festividad de San Juan Bosco, patrón de los Salesianos se organizaron en el Colegio de Córdoba, una serie de actividades festivas para conmemorar aquel día del patrón. Entre las actividades programadas estaba la suelta de dos vaquillas bravas: una para que fuera corrida por los alumnos del centro, a fin de que ejercieran una de las actividades mas primitivas que se conocen en la relación del hombre con el toro, que es la de jugar al toro, y la otra vaca, un poco más hecha y con más envergadura de cornamenta y trapío, se destinó para que fuera lidiada y muerta a manos de un conocido novillero local, alumno también de aquel colegio, que prometía por sus buenas maneras: Joselito Torres, que en aquellas fechas contaba con 14 años de edad. Para la ocasión le acompañó como subalterno el que años más tarde sería el famoso banderillero cordobés José León “El Fiera”.
Joselito Torres tuvo mucho mérito pues quiso ser torero siendo un miope de categoría. El me contó un día, que le cupo la gloria de ser el primer cordobés de la historia que llevó lentillas en esta ciudad de los Califas. Unas lentillas al parecer, que fueron mandadas hacer por su padre en Japón, las primeras que llegaron a Córdoba. Un torero no puede llevar gafas, porque entonces ni es torero ni es “ná”, sino un fantoche ¿no es cierto? Y Joselito Torres era torero y llevaba sus lentillas y toreaba con ellas “divinamente”.
Para aquel festival taurino de los Salesianos, se improvisó una placita de toros en mitad del campo de fútbol del patio del Colegio Salesiano de Córdoba, con una tronera muy larga que servía de toriles para la suelta de los animales. Joselito Torres se hizo para la ocasión un precioso traje corto, ya que se trataba de un festival y no de una corrida. Y aquello comenzó. Hizo su paseíllo acompañado por José León “El Fiera” jaleado por el fervor de todos sus compañeros del colegio. Una vez en la barrera y cambiada la seda por el percal sonó el clarín para que soltaran la vaca. Joselito Torres, con sus lentillas puestas, se dirige decidido a toriles para recibir a la vaca con una larga cambiada a “portagayola”. Se hinca de rodillas y despliega heroicamente la bamba su capote en el suelo, dispuesto a recibir al bicho con una “larga cambiada”. El público comenzó a aplaudir entusiasmado aquel gesto tan torero de Joselito, …allí solo ante el peligro, de rodillas, a jugarse la vida como un héroe mitológico.
Abrieron la puerta de toriles, que como quedó dicho anteriormente, era una larga tronera de viguetas de madera hasta el camión donde estaba la vaca que se iba a lidiar encajonada. Pasaban los minutos y la vaca no salía. El público se impacientaba y el torero también, pues llevaba ya mas de cinco minutos de rodillas mirando al frente. Su subalterno, José León ”El Fiera”, le hizo un gesto de complicidad para que el torero no perdiera la calma, y se metió con cuidado por la tronera para intentar sacar a la fiera. Pasaban los minutos y ni El Fiera ni la vaca salían, y Joselito Torres allí seguía de rodillas con “cara de póker” y comenzaba ya a impacientarse. Aparece por fin el subalterno caminando muy despacio y confiado por la tronera de toriles como si tal cosa, y le dice al novillero: “¡esta vaca no quiere salir José, ‘pa’ mi que es mansa! El público estudiantil estaba ya muy impaciente y para que el asunto no fuera a mayores, pues ya se oían abucheos del respetable, uno de los curas salesianos con su sotana negra y cuellos blancos de hule que andaba por allí, decidió terciar y meterse en la tronera a fin de convencer a la vaca para que saliera y acabar con el conato de escándalo colegial que se estaba produciendo. Habían transcurrido ya cerca de quince minutos y Joselito Torres seguía allí… estoicamente, sufriendo,…de rodillas con su capote desplegado en la puerta de toriles esperando la embestida de la fiera.
“Yo no se que es lo que se le antojó a la vaca ---me contaba de viva voz el propio Joselito Torres--- cuando vio a aquel cura con la sotana negra remangada… La cosa es que por arte del diablo se le arrancó de pronto, y el cura salió corriendo con todas sus fuerzas tronera abajo… que parecía un “cien-pies”,…para que no lo pillara la vaca. Yo que no veía mucho ni siquiera con lentillas, vi que se acercaba rápidamente un ‘tropelío’, una cosa negra envuelta por mucho polvo y que hacia mucho ruido, y me dije: ‘Joselito ahí viene la vaca’, y resulta que era el cura. No me lo pensé dos veces y le di una larga cambiada al cura… que no se la quita ni el Papa. El cura salió por la derecha “toreao” y la vaca por la izquierda a su aire…” …
Aquella tarde Joselito Torres estuvo sembrado. Toreó “divinamente” pues logró cortarle a la vaca las dos orejas y el rabo, y además lo sacaron a hombros los alumnos de los Salesianos por la puerta grande. Aquella sin duda, fue una gran gesta digna de un gran torero. Pero lo que merece pasar para siempre a la historia de la Tauromaquia cordobesa, es el hecho de haber sido Joselito Torres el único torero en el mundo que le ha dado una larga cambiada de rodillas y a portagayola a un cura de los de antes, de los de la España en blanco y negro, de los de sotana negra y cuello blanco duro de hule.
Meses más tarde toreó una novillada en Cabra vestido de luces. Estuvo muy bien con la muleta pues logró hacer una faena muy aseada. Al entrar a matar el novillo, parece ser que del esfuerzo se le cayeron las lentillas. A la vez que el torete caía muerto de una gran estocada, la plaza se volvió de pronto para el torero en una visión borrosa que le confundía y Joselito Torres, que se vio perdido en la nebulosa, le dijo a José León “El Fiera”: “Oye que he perdido las lentillas al entrar a matar y no veo donde está la presidencia. Yo me voy a agarrar a tu brazo y cuando tu te inclines, es la señal para que yo salude al presidente ¿vale?”. El subalterno se mostró de acuerdo y ambos comenzaron a andar. Cuando habían caminando unos cuatro metros aproximadamente El Fiera tropezó con la punta de una banderilla que había en el ruedo. Se inclinó a cogerla y Joselito Torres automáticamente alzo su brazo con la montera y mirando a los tendidos dijo: “con su permiso señor presidente...” El Fiera le dijo rápidamente: ¡que ahí no está la presidencia, que ese es el tendido de sol, que es que me he clavado una banderilla que había en el suelo…”. Joselito Torres enfadado por la contrariedad le contestó: “Idiota si es que no veo ‘ná’ sin gafas, ‘pa’ que te inclinas hombre... ¿no sabes que no veo ‘ná’ sin gafas? ... la madre que te parió...”. Joselito Torres tenia muy buenas maneras de torero y de no ser por su acentuada miopía, a buen seguro hubiéramos disfrutado de un torero de época, pues era valiente y tenia un estilo lleno de pureza y sentimiento, pero su defecto en la visión impidió que se cumplieran sus sueños, y solo pudo llegar a ser uno de los mejores mozos de espada que hay en la actualidad. Qué gran torero fue en la plaza mientras estuvo, que gran persona es en la vida, que gran mozo de espada es José Torres Castro “Joselito Torres”.
Joselito Torres es un personaje muy cordobés, que desde su más tierna infancia ha estado ligado al mundo taurino de la ciudad de Córdoba. Siendo muy joven sintió la llamada taurina y no dudo nunca en dedicarse a esto del toro. Desde muy pequeño jugaba al toro en la calle con sus amigos, y ya con doce años comienza a torear vaquillas y toretes por tentaderos y capeas, así como festivales organizados con fines benéficos, educativos y lúdicos. Bueno hay que decir, para quien no lo sepa, que Joselito Torres es mozo de espada. Un gran mozo de espada, que conoce muy bien los comportamientos y los terrenos del toro, pues no en vano antes de cocinero fue fraile. Durante muchos años ha desempeñado este sabio oficio acompañando al maestro Rafael González ”Chiquilín”. Actualmente es mozo de espada en la Escuela Taurina del Circulo Taurino de Córdoba, y allí, ejerce su maestría en el arte de entrar a matar, ilustrando y aconsejando sabiamente a los jóvenes aspirantes a toreros, que como a él le ocurrió en su día, sueñan con alcanzar la gloria y triunfar en el arte de “Costillares” y “Pedro Romero”. Pero Joselito Torres es además un gran torero de la vida, una extraordinaria persona, amigo de sus amigos, amante de las mujeres, de todas las mujeres del mundo, incluso de la suya propia, una afición esta que le pierde... y ser de esa manera... reconozcámoslo, es como “estar lleno de arte” en el mundo.
He de decir que los hechos que a continuación voy a relatarles los conozco porque el mismo Joselito Torres que fue el protagonista, me los relató de viva voz y han sido además ratificados por algunos testigos que asistieron a aquel famoso evento, como es el caso de Andrés Dorado, que por aquel tiempo también se encontraba embrujado con el veneno del toreo.
Resulta que en el año 1959, con motivo de la festividad de San Juan Bosco, patrón de los Salesianos se organizaron en el Colegio de Córdoba, una serie de actividades festivas para conmemorar aquel día del patrón. Entre las actividades programadas estaba la suelta de dos vaquillas bravas: una para que fuera corrida por los alumnos del centro, a fin de que ejercieran una de las actividades mas primitivas que se conocen en la relación del hombre con el toro, que es la de jugar al toro, y la otra vaca, un poco más hecha y con más envergadura de cornamenta y trapío, se destinó para que fuera lidiada y muerta a manos de un conocido novillero local, alumno también de aquel colegio, que prometía por sus buenas maneras: Joselito Torres, que en aquellas fechas contaba con 14 años de edad. Para la ocasión le acompañó como subalterno el que años más tarde sería el famoso banderillero cordobés José León “El Fiera”.
Joselito Torres tuvo mucho mérito pues quiso ser torero siendo un miope de categoría. El me contó un día, que le cupo la gloria de ser el primer cordobés de la historia que llevó lentillas en esta ciudad de los Califas. Unas lentillas al parecer, que fueron mandadas hacer por su padre en Japón, las primeras que llegaron a Córdoba. Un torero no puede llevar gafas, porque entonces ni es torero ni es “ná”, sino un fantoche ¿no es cierto? Y Joselito Torres era torero y llevaba sus lentillas y toreaba con ellas “divinamente”.
Para aquel festival taurino de los Salesianos, se improvisó una placita de toros en mitad del campo de fútbol del patio del Colegio Salesiano de Córdoba, con una tronera muy larga que servía de toriles para la suelta de los animales. Joselito Torres se hizo para la ocasión un precioso traje corto, ya que se trataba de un festival y no de una corrida. Y aquello comenzó. Hizo su paseíllo acompañado por José León “El Fiera” jaleado por el fervor de todos sus compañeros del colegio. Una vez en la barrera y cambiada la seda por el percal sonó el clarín para que soltaran la vaca. Joselito Torres, con sus lentillas puestas, se dirige decidido a toriles para recibir a la vaca con una larga cambiada a “portagayola”. Se hinca de rodillas y despliega heroicamente la bamba su capote en el suelo, dispuesto a recibir al bicho con una “larga cambiada”. El público comenzó a aplaudir entusiasmado aquel gesto tan torero de Joselito, …allí solo ante el peligro, de rodillas, a jugarse la vida como un héroe mitológico.
Abrieron la puerta de toriles, que como quedó dicho anteriormente, era una larga tronera de viguetas de madera hasta el camión donde estaba la vaca que se iba a lidiar encajonada. Pasaban los minutos y la vaca no salía. El público se impacientaba y el torero también, pues llevaba ya mas de cinco minutos de rodillas mirando al frente. Su subalterno, José León ”El Fiera”, le hizo un gesto de complicidad para que el torero no perdiera la calma, y se metió con cuidado por la tronera para intentar sacar a la fiera. Pasaban los minutos y ni El Fiera ni la vaca salían, y Joselito Torres allí seguía de rodillas con “cara de póker” y comenzaba ya a impacientarse. Aparece por fin el subalterno caminando muy despacio y confiado por la tronera de toriles como si tal cosa, y le dice al novillero: “¡esta vaca no quiere salir José, ‘pa’ mi que es mansa! El público estudiantil estaba ya muy impaciente y para que el asunto no fuera a mayores, pues ya se oían abucheos del respetable, uno de los curas salesianos con su sotana negra y cuellos blancos de hule que andaba por allí, decidió terciar y meterse en la tronera a fin de convencer a la vaca para que saliera y acabar con el conato de escándalo colegial que se estaba produciendo. Habían transcurrido ya cerca de quince minutos y Joselito Torres seguía allí… estoicamente, sufriendo,…de rodillas con su capote desplegado en la puerta de toriles esperando la embestida de la fiera.
“Yo no se que es lo que se le antojó a la vaca ---me contaba de viva voz el propio Joselito Torres--- cuando vio a aquel cura con la sotana negra remangada… La cosa es que por arte del diablo se le arrancó de pronto, y el cura salió corriendo con todas sus fuerzas tronera abajo… que parecía un “cien-pies”,…para que no lo pillara la vaca. Yo que no veía mucho ni siquiera con lentillas, vi que se acercaba rápidamente un ‘tropelío’, una cosa negra envuelta por mucho polvo y que hacia mucho ruido, y me dije: ‘Joselito ahí viene la vaca’, y resulta que era el cura. No me lo pensé dos veces y le di una larga cambiada al cura… que no se la quita ni el Papa. El cura salió por la derecha “toreao” y la vaca por la izquierda a su aire…” …
Aquella tarde Joselito Torres estuvo sembrado. Toreó “divinamente” pues logró cortarle a la vaca las dos orejas y el rabo, y además lo sacaron a hombros los alumnos de los Salesianos por la puerta grande. Aquella sin duda, fue una gran gesta digna de un gran torero. Pero lo que merece pasar para siempre a la historia de la Tauromaquia cordobesa, es el hecho de haber sido Joselito Torres el único torero en el mundo que le ha dado una larga cambiada de rodillas y a portagayola a un cura de los de antes, de los de la España en blanco y negro, de los de sotana negra y cuello blanco duro de hule.
Meses más tarde toreó una novillada en Cabra vestido de luces. Estuvo muy bien con la muleta pues logró hacer una faena muy aseada. Al entrar a matar el novillo, parece ser que del esfuerzo se le cayeron las lentillas. A la vez que el torete caía muerto de una gran estocada, la plaza se volvió de pronto para el torero en una visión borrosa que le confundía y Joselito Torres, que se vio perdido en la nebulosa, le dijo a José León “El Fiera”: “Oye que he perdido las lentillas al entrar a matar y no veo donde está la presidencia. Yo me voy a agarrar a tu brazo y cuando tu te inclines, es la señal para que yo salude al presidente ¿vale?”. El subalterno se mostró de acuerdo y ambos comenzaron a andar. Cuando habían caminando unos cuatro metros aproximadamente El Fiera tropezó con la punta de una banderilla que había en el ruedo. Se inclinó a cogerla y Joselito Torres automáticamente alzo su brazo con la montera y mirando a los tendidos dijo: “con su permiso señor presidente...” El Fiera le dijo rápidamente: ¡que ahí no está la presidencia, que ese es el tendido de sol, que es que me he clavado una banderilla que había en el suelo…”. Joselito Torres enfadado por la contrariedad le contestó: “Idiota si es que no veo ‘ná’ sin gafas, ‘pa’ que te inclinas hombre... ¿no sabes que no veo ‘ná’ sin gafas? ... la madre que te parió...”. Joselito Torres tenia muy buenas maneras de torero y de no ser por su acentuada miopía, a buen seguro hubiéramos disfrutado de un torero de época, pues era valiente y tenia un estilo lleno de pureza y sentimiento, pero su defecto en la visión impidió que se cumplieran sus sueños, y solo pudo llegar a ser uno de los mejores mozos de espada que hay en la actualidad. Qué gran torero fue en la plaza mientras estuvo, que gran persona es en la vida, que gran mozo de espada es José Torres Castro “Joselito Torres”.
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