LA CANTANTE
Conchita Piquer se llamaba Concepción Piquer López y nació en la calle de Ruaya 23 del barrio valenciano de Sagunto, un 8 de diciembre de 1906. Su padre era albañil y su madre, doña Ramona, era costurera en un taller de costura, donde desde muy jovencita entraría a coser Conchita. Allí ella y las demás aprendices canturreaban las canciones que escuchaban en la radio de válvulas que tenía el taller. Canciones de Raquel Meller, la Fornarina y La Goya que eran las cupletistas de éxito en aquellos años. Cantó por primera vez en público en el cine Sagunto y en el Huerto de Sogueros en su barrio. Con once años obtuvo su primer contrato en el teatro Apolo: cinco pesetas por día. Luego actuó en el teatro de La Marina en el Grao, hasta que allí la escuchó el maestro Penella y le propuso ir a Nueva York con su compañía de zarzuelas para estrenar “El Gato Montés”. Conchita aceptó, pero como era menor de edad se hizo acompañar por su madre. Llegó a Manhattan un 13 de septiembre de 1922. En EE.UU estuvo hasta 1926 obteniendo un éxito en cada sitio que actuaba: Panamá, México, Costa Rica, Cuba… todos se rindieron a sus pies. Ese año volvió a Madrid y se presentó en el teatro Romea. Al estreno, atraídos por los ecos de sus triunfos, acudieron a verla y escucharla la flor y nata de la sociedad española: el presidente del Gobierno, el dictador Primo de Rivera, el ministro de la Guerra, Duque de Tetuán, los hermanos Álvarez Quintero, Jacinto Benavente, Julio Romero de Torres y su paisano el escultor Mariano Benlliure. Aquella noche interpretó una canción en inglés, pero la que le supuso el triunfo fue la canción que el maestro Penella le hizo recordando el pasodoble de Álvarez “Suspiros de España”, o lo que es lo mismo “En tierra extraña”. A partir de ahí le llovieron los contratos por toda España y la grabación de varias películas.
Antonio Márquez se retiró definitivamente de los ruedos el 29 de mayo de 1938 en Cáceres, en plena guerra civil, en una corrida mixta alternando con Manuel Jiménez Chicuelo y los novilleros José Ignacio Sánchez Mejías y Juanito Belmonte Campoy. Durante la guerra volvió a torear otra vez el 12 de octubre, en Talavera de la Reina, un encierro con toros de la ganadería del salmantino Galache junto a Victoriano de la Serna y Cayetano Palomino Benito, torero mexicano que tomó ese día la alternativa. Tras su retirada se convierte en el representante artístico de Conchita Piquer. Durante la guerra civil vivieron primero en Madrid, luego en Francia y más tarde en Sevilla. El torero cambió los coches con botijo en la baca, por los vehículos y camiones con decorados y los famosos “baúles de la Piquer” que se convirtieron en un mito.
En 1940 comienza el despegue de Conchita como estrella indiscutible de la copla, al estrenar en el teatro Calderón un gran espectáculo en el que sobresalía la estampa de “Las calles de Cádiz” en recuerdo del éxito de La Argentinita. Su consagración definitiva fue en 1942 en Madrid en el teatro Reina Victoria con “Ropa tendida”, reuniendo por primera vez a Quintero, León y Quiroga, al autor de comedias, al poeta y letrista y al gran músico.
Tuvo ella una especial amistad con Rafael de León, el poeta que le escribía las letras. Conversaba con el artista muy a menudo y le hacia sus mas íntimas confidencias. En la calle se conocía su situación sentimental con el torero, pero en aquellos años de posguerra como no existían aún publicaciones de prensa rosa dedicadas a los chismorreos, ni televisiones atrevidas que destaparan los asuntos de entrepierna de los famosos como ahora, pues no se hablaba públicamente de ello. Rafael e León escribió para Conchita una preciosa canción que más tarde seria emblemática “Romance de la otra”. Quiroga le puso la música a ritmo de farruca y decía así: “Yo soy la otra, la otra/ y a nada tengo derecho/, porque no tengo un anillo/ con una fecha por dentro. /No tengo ley que me ampare,/ni puerta donde llamar,/y me alimento a escondidas/con tus besos y tu pan./ Con tal que vivas tranquilo,/¡qué importa que yo muera./Te quiero, siendo….¡la otra!,/ como la que mas te quiera”. Ella cantaba esta copla con tal pasión, arrebato y sentimiento interpretativo que desde luego hizo furor. Sus puestas en escena eran especialmente espectaculares y bellas, con vestidos maravillosos y cuidando al máximo hasta el último de los detalles.
Como es natural el público se identificaba con la cantante y comprendía a la perfección que estaba haciendo una confesión pública de parte de su propia vida, pues Conchita, al igual que en esos años le ocurriera a Lupe Sino con Manolete, no llevaba un anillo nupcial fechado por dentro. Rafael de León conocedor, por sus conversaciones con la cantante, del difícil momento que estaba atravesando su relación con el torero, le escribió la letra de otra copla “Judas” (en la que también colaboró el gran poeta y letrista José Antonio Ochaita), en la que se reflejaba la gran pena que llevaba en su corazón la artista valenciana. Una historia, la de Conchita, en la que se veían reflejadas muchas mujeres españolas en aquella difícil y complicada España de posguerra. Esas coplas concretamente, coincidieron con una de las pocas crisis serias que atravesó esta pareja y que se sabe les mantuvo alejados al uno del otro varios meses, como así lo ha atestiguado incluso su propia hija Conchita Márquez Piquer. Esa canción fue grabada en concreto en el año 1951. Sin embargo la pareja fue siempre feliz, sobre todo cuando nació su hija Conchín en Buenos Aires, que fue apadrinada por la esposa del presidente de Argentina, Evita Duarte de Perón. Parece ser que el torero y la cantante pudieron finalmente formalizar legalmente su situación y se casaron en Montevideo (Uruguay). En una España en las que estaban mal miradas las madres solteras y en la que no existía el divorcio, difícilmente hubieran podido legalizar su estado civil. Su casamiento lo mantuvieron dentro del mas estricto secreto y no lo comentaron ni siquiera con las personas de su confianza, excepto a su hermana Anitín que iba con ella en su compañía. En todo caso la fecha de este viaje a Montevideo debió de ser la fecha en que Conchita Piquer dejara de ser para siempre “la otra”.
Las coplas de Conchita Piquer son, si se mira el asunto de forma reflexiva, un análisis sociológico de esta época. Incluso en las letras de sus coplas hay mucho de contenido reivindicativo de la mujer española de aquellos difíciles años. Para ello contó siempre con la complicidad y amistad del gran poeta Rafael de León, que en sus versos nunca dudo en ponerse del lado de las mujeres, ya fueran mujeres del arroyo, engañadas por el marido, abandonadas o presas de un amor imposible. Es verdad que durante la guerra tanto el torero Antonio Márquez como Conchita Piquer estuvieron siempre en el bando nacional, por tanto ambos estuvieron siempre libres de cualquier sospecha, pero lo cierto es que las letras de sus cuplés proclamaban las desgracias e injusticias sufridas por muchas mujeres españolas que ya no tenían el amparo de las leyes progresistas que rigieron durante los años de la República. La canción “Picadita de viruela” por ejemplo, se convirtió también en emblemática y si la colocamos en el año de su lanzamiento, parece sacada de una campaña de concienciación de la Dirección General de Sanidad (en aquellos años por cierto, el director general de Sanidad fue el doctor García Orcoyen), pues su mensaje estaba destinado a llevar el ánimo a la población civil… que una mocita no debía padecer las consecuencias de la viruela como si fuera un estigma, sino como algo natural y no hereditario en los hijos.
Doña Concha se retiró de los escenarios en 1957. Fue a raíz de una actuación en Isla Cristina (Huelva) en que la cantante notó que la voz le fallaba por un refriado mal curado. Esa misma noche reunión a toda su compañía y les anunció su decisión de retirarse, indemnizando a todos cuantos formaban parte de ella. No volvió a cantar. El torero Antonio Márquez se fue de este mundo el 17 de noviembre de 1988, su mujer quedó completamente destrozada anímicamente y desde entonces perdió la alegría de vivir. Murió el 12 de diciembre de 1990.
Esta es la historia de estos dos artistas que dejaron una honda huella en la sociedad española entre las décadas de los 30 a los 50. Conchita Piquer con su arte inmenso que no ha podido ser superado aun por nadie. Antonio Márquez por su gran personalidad y presencia en los ruedos. Orts Ramos en su obra “Toros y toreros en 1929” dice de él: fue el torero mas completo de estos tiempos con el capote, en banderillas, toreando con la muleta y como estoqueador, raya ya a tal altura que en una tarde afortunada ningún otro espada puede aventajarle”. Fue por tanto un torero muy dominador, de mucho temple, elegancia en su toreo como algo consustancial en él. El crítico taurino Don Quijote dejó dicho: “Su entronque dentro de la selección de los toreros artistas está en la rama de los elegantes: Lagartijo, Fuentes, Gaona y Márquez”. Es sin embargo don José Mª de Cossío quien da una opinión mas certera sobre el torero Antonio Márquez: “nadie ha superado a Márquez en la depuración de su estilo con el capote y a muleta, estilo sobrio, impregnado de una suavidad, un ritmo, un temple, de una elegancia innata jamás igualados. Más que torear esculpe. Su ánimo se encogió en los momentos mas decisivos de su carrera y esto le impidió el triunfo definitivo, completo y absoluto que pudo y debió llegar dadas sus cualidades, aptitudes y condiciones artísticas”.
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