Por El Zubi
Antonio Márquez, un torero de prestigio, fama, dinero y categoría, aceptó el papel de segundón de su mujer. Supo llevar con dignidad, tras muchos años de retirada, el hecho de ser el marido y representante de la Piquer. Ellos, Antonio y Concha, formaron un matrimonio sin papeles pues él era casado, en una época en la que la moral propiciada por el franquismo miraba con malos ojos que una mujer no llevara un anillo con la inscripción por dentro. El amor que sentía el uno por el otro superó todas las barreras que se interpusieron en su camino. Y es que el amor entre la tonadillera y el torero, a primera vista resultaba casi imposible, pues él estaba casado y tenía incluso un hijo con otra mujer, pero ambos rompieron todas las barreras que encontraron. La pareja estuvo, a pesar de los altibajos propios de cualquier matrimonio, muy unidos y enamorados hasta el final. De Antonio Márquez quedó el recuerdo de su media verónica, que daba con una elegancia y un temple especial, como todo su toreo en general pues fue un torero poderoso que brillaba en todos los tercios, sobre todo con la capa. Le llamaban el “Belmonte Rubio” un apelativo que a él le molestaba, pues aunque admiraba al trianero, tenían estilos muy diferentes. Tuvo incluso un pasodoble “Antonio Márquez” del maestro Villacañas del que nunca hizo gala. De Conchita Piquer queda aun su trono vacante de artista inconmensurable y eterna, y en nuestra memoria histórica dejó un repertorio en el que fueron protagonistas: la otra, la prostituta apoyada en el quicio de la mancebía (que la censura de la época convirtió en “apoyá en la trama de mi celosía”), los valores tradicionales, el crimen pasional, los celos, las solteronas, el contrabando como forma de vida, los maletillas, las condesas enamoradas y las locuras de amor, además de una estela de nombres femeninos, que ilustraron para siempre la España de charanga y pandereta. Ella cantó todo eso y mucho más y lo hizo como nadie hasta entonces lo había hecho ni nadie lo hará después.
EL TORERO
Antonio Márquez Serrano nació un 23 de abril de 1899 en Madrid, en el cuartel de la Guardia Civil que había en la calle Toledo pues su padre pertenecía al Cuerpo de la Benemérita, aunque también tenía una carbonería. Su madre era sirvienta, y él, tras realizar los estudios primarios, pasó a la carbonería que tenían en la calle de Las Velas, a echarle una mano a la familia, aunque muy pronto vio que aquello no era lo suyo, y llevado por su gran afición comenzó a participar en capeas junto a otros chavales del barrio, hasta que tuvo la oportunidad de participar en una becerrada que organizaron los empleados del teatro Novedades en la plaza de Madrid un 8 de junio de 1913 donde apuntó muy buenas maneras. Mató por primera vez en una becerrada que organizó el Partido Reformista del distrito de Latina el 19 de julio de 1914. Vistió por primera vez de luces en Vista Alegre en mayo de 1917, en la Plaza de Tetuán de las Victorias, y después toreo en Barcelona y Zaragoza. Ganaba como becerrista 175 pesetas hasta que llegó a las 1000 cuando adquirió la condición de novillero. Así logró ahorrar hasta 14.000 pesetas con las que se fue a Salamanca donde pudo conocer por fin a Granero, Chicuelo y Juan Luis de la Rosa y torear en las dehesas de aquella zona. Se presentó en Sevilla en 1918 y su primer gran éxito lo obtuvo en Madrid el 17 de octubre de 1920 alternando con Jumillano padre y Valencia II, que salió a hombros de la plaza. Repitió en Madrid el 2 de mayo de 1921 y obtuvo otro éxito pues despuntaban en él una gran personalidad y un toreo lleno de elegancia. El 24 de septiembre de 1921 recibe la alternativa como matador de toros de manos del mismísimo Juan Belmonte. Alternó aquel día con Ignacio Sánchez Mejías y Granero, en una corrida donde se lidiaron ocho toros de la ganadería de González Nadín. El toro de su alternativa se llamaba Molinero. Dicen las crónicas periodísticas de la época que a los toros tercero y octavo los banderillearon él y Granero de forma espectacular. Antonio Márquez destacó por su habilidad poniendo pares al quiebro en cualquier punto del ruedo. Márquez dio la vuelta al ruedo en su primer toro y al segundo toro lo mató de dos estocadas. La crítica lo comparó con Machaquito a quien por cierto brindó el toro de su alternativa.
Durante 1922 no toreó ninguna corrida ya que se tuvo que ir a luchar a la guerra que España mantenía con Marruecos. Un año este de 1922 funesto para nuestro país, que sufría una sangría de vidas jóvenes y la humillación de nuestro ejercito frente a Abd el-Krim en el Protectorado, mientras se pactaba una vergonzante liberación de prisioneros y se daba a conocer el “Informe Picasso” sobre el desastre del ejercito español en Anual, que estuvo dirigido por el general Silvestre. Antonio Márquez pudo regresar con vida, pero no así otros toreros jóvenes que se embarcaron a esa guerra para no regresar nunca. Confirma su alternativa en Madrid el 17 de mayo de 1923, día de San Pascual, en el festejo de la Beneficencia. Fue una corrida con ocho toros de la ganadería de Sánchez Rico y su padrino fue Manuel García “Maera”, alternando con el aragonés Nicanor Villalta y el madrileño Marcial Lalanda. En 1923 toreo 33 tardes con carteles destacados en Madrid, Valencia, Bilbao, Barcelona…así como la corrida del Montepío de toreros donde se le otorgó la medalla de Oro. En Sevilla una tarde, después de poner tres pares de banderillas el público le obligó a dar tres vueltas al ruedo. Márquez tuvo un temple exquisito con la muleta y fue un certero estoqueador. Puestos a valorar su lugar en el escalafón hay que decir que estuvo en segundo lugar. En 1926 por ejemplo toreó cincuenta y ocho corridas. Ese año El Niño de la Palma fue el primero con sesenta y ocho festejos. En 1927 lidió cincuenta y cinco corridas siendo el Niño de la Palma el primero del escalafón con diez actuaciones más.
En el invierno de 1924 se embarcó hacia México donde actúa en quince ocasiones y se crea una reputación que le serviría para repetir en temporadas sucesivas en tierras aztecas, donde también fue muy apreciado. Debió de ser por estas fechas cuando se enamoró de una señorita cubana, descendiente de vascos, que se llamaba Gloria Arechavala. El flechazo se produjo durante una travesía marítima de regreso a España procedentes ambos de México. Se casaron y pocos meses después tuvieron un hijo, pero no fueron felices y acabaron separándose: fue uno más de los muchos matrimonios con toreros que acaban en ruptura. Por cierto que, tras la muerte de Antonio, su hijo vino desde Cuba a Madrid al entierro. Meses antes su padre movió todo tipo de influencias políticas y diplomáticas para que su hijo saliera de la cárcel donde estuvo una buena temporada por discrepancias con el régimen castrista. En las temporadas de 1925 y 1926 Márquez toreó una media de sesenta festejos pero a partir de 1928 y hasta 1931 redujo sus actuaciones por propia decisión por motivos de salud parece ser. Una rara enfermedad le impidió torear muchas corridas contratadas y prefirió esforzarse menos y reposar más. En 1932 no toreó y anunció su retirada, aunque en 1936 volvió a torear y muy bien pues se recuerda su actuación de Segovia el 29 de junio que pasó a los anales de la tauromaquia.
Fue en 1928 cuando Antonio y Conchita se conocieron en Barcelona. Un año después se volvieron a encontrar en Madrid en un baile de máscaras. De ese encuentro dijo Conchita en una revista de la época: “Ahí nos enamoramos el uno del otro, en aquel baile celebrado en el teatro de la Zarzuela”. En 1933 Conchita Piquer y Antonio Márquez ya vivían juntos. No se casaron porque legalmente no podían hacerlo en España.
EL TORERO
Antonio Márquez Serrano nació un 23 de abril de 1899 en Madrid, en el cuartel de la Guardia Civil que había en la calle Toledo pues su padre pertenecía al Cuerpo de la Benemérita, aunque también tenía una carbonería. Su madre era sirvienta, y él, tras realizar los estudios primarios, pasó a la carbonería que tenían en la calle de Las Velas, a echarle una mano a la familia, aunque muy pronto vio que aquello no era lo suyo, y llevado por su gran afición comenzó a participar en capeas junto a otros chavales del barrio, hasta que tuvo la oportunidad de participar en una becerrada que organizaron los empleados del teatro Novedades en la plaza de Madrid un 8 de junio de 1913 donde apuntó muy buenas maneras. Mató por primera vez en una becerrada que organizó el Partido Reformista del distrito de Latina el 19 de julio de 1914. Vistió por primera vez de luces en Vista Alegre en mayo de 1917, en la Plaza de Tetuán de las Victorias, y después toreo en Barcelona y Zaragoza. Ganaba como becerrista 175 pesetas hasta que llegó a las 1000 cuando adquirió la condición de novillero. Así logró ahorrar hasta 14.000 pesetas con las que se fue a Salamanca donde pudo conocer por fin a Granero, Chicuelo y Juan Luis de la Rosa y torear en las dehesas de aquella zona. Se presentó en Sevilla en 1918 y su primer gran éxito lo obtuvo en Madrid el 17 de octubre de 1920 alternando con Jumillano padre y Valencia II, que salió a hombros de la plaza. Repitió en Madrid el 2 de mayo de 1921 y obtuvo otro éxito pues despuntaban en él una gran personalidad y un toreo lleno de elegancia. El 24 de septiembre de 1921 recibe la alternativa como matador de toros de manos del mismísimo Juan Belmonte. Alternó aquel día con Ignacio Sánchez Mejías y Granero, en una corrida donde se lidiaron ocho toros de la ganadería de González Nadín. El toro de su alternativa se llamaba Molinero. Dicen las crónicas periodísticas de la época que a los toros tercero y octavo los banderillearon él y Granero de forma espectacular. Antonio Márquez destacó por su habilidad poniendo pares al quiebro en cualquier punto del ruedo. Márquez dio la vuelta al ruedo en su primer toro y al segundo toro lo mató de dos estocadas. La crítica lo comparó con Machaquito a quien por cierto brindó el toro de su alternativa.
Durante 1922 no toreó ninguna corrida ya que se tuvo que ir a luchar a la guerra que España mantenía con Marruecos. Un año este de 1922 funesto para nuestro país, que sufría una sangría de vidas jóvenes y la humillación de nuestro ejercito frente a Abd el-Krim en el Protectorado, mientras se pactaba una vergonzante liberación de prisioneros y se daba a conocer el “Informe Picasso” sobre el desastre del ejercito español en Anual, que estuvo dirigido por el general Silvestre. Antonio Márquez pudo regresar con vida, pero no así otros toreros jóvenes que se embarcaron a esa guerra para no regresar nunca. Confirma su alternativa en Madrid el 17 de mayo de 1923, día de San Pascual, en el festejo de la Beneficencia. Fue una corrida con ocho toros de la ganadería de Sánchez Rico y su padrino fue Manuel García “Maera”, alternando con el aragonés Nicanor Villalta y el madrileño Marcial Lalanda. En 1923 toreo 33 tardes con carteles destacados en Madrid, Valencia, Bilbao, Barcelona…así como la corrida del Montepío de toreros donde se le otorgó la medalla de Oro. En Sevilla una tarde, después de poner tres pares de banderillas el público le obligó a dar tres vueltas al ruedo. Márquez tuvo un temple exquisito con la muleta y fue un certero estoqueador. Puestos a valorar su lugar en el escalafón hay que decir que estuvo en segundo lugar. En 1926 por ejemplo toreó cincuenta y ocho corridas. Ese año El Niño de la Palma fue el primero con sesenta y ocho festejos. En 1927 lidió cincuenta y cinco corridas siendo el Niño de la Palma el primero del escalafón con diez actuaciones más.
En el invierno de 1924 se embarcó hacia México donde actúa en quince ocasiones y se crea una reputación que le serviría para repetir en temporadas sucesivas en tierras aztecas, donde también fue muy apreciado. Debió de ser por estas fechas cuando se enamoró de una señorita cubana, descendiente de vascos, que se llamaba Gloria Arechavala. El flechazo se produjo durante una travesía marítima de regreso a España procedentes ambos de México. Se casaron y pocos meses después tuvieron un hijo, pero no fueron felices y acabaron separándose: fue uno más de los muchos matrimonios con toreros que acaban en ruptura. Por cierto que, tras la muerte de Antonio, su hijo vino desde Cuba a Madrid al entierro. Meses antes su padre movió todo tipo de influencias políticas y diplomáticas para que su hijo saliera de la cárcel donde estuvo una buena temporada por discrepancias con el régimen castrista. En las temporadas de 1925 y 1926 Márquez toreó una media de sesenta festejos pero a partir de 1928 y hasta 1931 redujo sus actuaciones por propia decisión por motivos de salud parece ser. Una rara enfermedad le impidió torear muchas corridas contratadas y prefirió esforzarse menos y reposar más. En 1932 no toreó y anunció su retirada, aunque en 1936 volvió a torear y muy bien pues se recuerda su actuación de Segovia el 29 de junio que pasó a los anales de la tauromaquia.
Fue en 1928 cuando Antonio y Conchita se conocieron en Barcelona. Un año después se volvieron a encontrar en Madrid en un baile de máscaras. De ese encuentro dijo Conchita en una revista de la época: “Ahí nos enamoramos el uno del otro, en aquel baile celebrado en el teatro de la Zarzuela”. En 1933 Conchita Piquer y Antonio Márquez ya vivían juntos. No se casaron porque legalmente no podían hacerlo en España.
Con la mano derecha,levanto mi sombrero cordbés y brindo por ti amigo Zubi. Me gustaria tener en mi mano izquierda una muleta plegada y un estoque y brindarte la muerte no de un toro, que ya no estoy para esos trotes, pero si la de un eralito, y agradedcerte los ratos agradables, que paso en la lejanía de mi tierra, leyendote y aprendiendo de ti. Estoy conociendo unas facetas del mundo taurino desconocido y alucinante. muchas gracias y va por ti.
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