Por EL ZUBI
Joaquín Bernadó Bartomeu es probablemente el mejor torero catalán que ha dado la historia. Su carrera se desarrolló entre los años 1950 a 1983. Fue un torero dotado con personalidad propia, que si bien flojeó en la suerte suprema, fue uno de los grandes en el manejo del capote y de la muleta. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que en su profesión rozó la gloria, pues fue muy apreciado en plazas como Madrid, Barcelona o México, sin embargo su vida personal y familiar desembocó en un fracaso amoroso, propiciado tal vez por los celos de su mujer, justificados o no, las prolongadas ausencias o el cotidiano distanciamiento de su bellísima mujer, la guapísima bailaora gitana, María Albaicin, hija del singular torero y artista Rafael Albaicin. Lo que les quiero contar hoy es la historia de una pasión amorosa entre un torero payo y una gran artista gitana, que acabo en un fracaso amoroso y familiar, del que el torero catalán, como veremos a la postre, se llevó la peor parte. Joaquín Bernadó, es en la actualidad comentarista taurino en Telemadrid y responsable del grupo de chavales con mas alto nivel de la Escuela de Tauromaquia “Marcial Lalanda” de Madrid, cuyo director artístico es, el también torero Gregorio Sánchez.
Joaquín Bernadó, comenzó muy joven la carrera de comercio, la cual abandonó para dedicarse a los toros desde los quince años. Nació en Santa Coloma de Gramanet, el 16 de agosto de 1935. Su primera actuación tuvo lugar en Manresa, el 28 de mayo de 1950 y debuta con picadores en 1953 en Ledesma (Salamanca). Se presentó en el coso madrileño de Vista Alegre el 25 de abril de 1954, formando parte de un cartel junto a Vicente Escribano y Alejandro Valiente, matando astados de Ortega Estévez. Aquella tarde Bernadó estuvo excepcional, por lo que repitió en la misma plaza los días 9 y 16 de mayo. Actúa después en Barcelona y Valencia, donde obtiene éxitos de gran resonancia. Fue pues 1954 una temporada crucial para el torero de Santa Coloma de Gramanet, ya que participó en 41 festejos. Su debut en Sevilla se produjo el 22 de abril de 1955, junto al granadino Miguel Montenegro y Joselito Huerta, y gustó su fino sentido estético, por lo que le volvieron a anunciar el 15 de agosto, tarde en la que cortó una oreja, alternando con dos novilleros que serían mas tarde figuras del toreo: Jaime Ostos y de nuevo el mexicano Joselito Huerta. El 23 de junio de ese año se presentó en Las Ventas, junto a Miguel Montenegro y Jaime Ostos, y su actuación fue premiada con una oreja de un novillo del Marqués de Villagodio. Se doctoró el 4 de marzo de 1956 en Castellón, de la mano del maestro Antonio Bienvenida y actuando como padrino Julio Aparicio. El toro de su alternativa, de nombre Carolo, fue de la ganadería de Manuel Arranz. Confirma su doctorado en Madrid, el 10 de junio de ese mismo año, con toros del hierro de El Pizarral, actuando como padrino Mario Carrión ante el mexicano Joselito Huerta. En 1961 cuando finaliza su campaña española, viaja a México, país al que se desplazaría durante diez inviernos, actuando allí en 200 ocasiones. Probablemente sea el torero español que mas veces haya toreado en los cosos mexicanos, donde llegó a ser considerado como un ídolo indiscutible.
Fue en estos años cuando conoció a una joven y guapísima gitana, María Albaicin, que siguió la carrera de sus tíos en el baile. Era de una espectacular belleza y comenzó luciéndose en tablaos como El Corral de la Morería. Siendo aun muy joven conoció al torero catalán y surgió entre ellos una auténtica pasión de amor que desembocó en boda. Durante años formaron un matrimonio modélico, pues incluso tuvieron un hijo y una hija, de los que más adelante halaremos.
El 30 de abril de 1967 el torero catalán Joaquín Bernadó, realiza una faena memorable en Las Ventas en Madrid, frente a un toro de la divisa de Alonso Moreno de la Cova. Falló con la espada por lo que no se llevó las orejas, pero tuvo que dar dos vueltas al ruedo entre las emocionadas ovaciones del respetable. Esta actuación contribuyó a subir su cotización como torero fino, de arte, valor y gran técnica. Estando en el cenit de su carrera surge de manera sorpresiva su separación de la bailaora María Albaicin. Según cuenta Julián García Candau en su libro “Celos, Amor y Muerte. Tragedias y pasiones del Toreo”, corrió el rumor en aquellos años en las revistas del corazón, de que ella deseaba volver a los escenarios, pero al parecer según el citado autor, la causa fundamental de tan inesperada ruptura, fueron las horas de desamor. Joaquín Bernadó hizo largas y exitosas temporadas en México, lo que supuso muchas horas y días de soledad para María, una mujer profundamente amorosa. Fueron pues las soledades, que a ella le costó digerir, las que acabaron con la ruptura de la pareja y con la destrucción de la familia que ambos habían formado. Las muestras cada día de un mayor distanciamiento pudieron más que los sentimientos que ambos se profesaban, el amor se transformó en odio y la separación resultó inevitable, y es que a cada regreso de México se abrían mayores grietas en la relación entre ellos, pues crecían en ella los celos y las sospechas, no sabemos si justificadas o no. Para el torero la actitud de su mujer resultó un golpe muy doloroso y más doloroso aun la actitud que adoptaron su dos hijos, que fueron víctimas del conocido “síndrome de alienación parental”, un proceso psicológico que según los especialistas, se caracteriza porque uno de los progenitores manipula a sus hijos para que odien al otro progenitor. En estos casos, tras las palabras, los reproches o cualquier tipo de conducta humana, lo que realmente se esconde es el afán de venganza, y naturalmente... el resultado es desastroso, pues causa graves trastornos a los hijos durante toda la vida.
En el caso de Joaquín Bernadó y María Albaicin, los hijos hicieron piña con su madre y rechazaron cruelmente a su padre. El hijo, Joaquín Albaicin, escritor que ha tenido muy buenas críticas en obras como Gitanos en el Ruedo, La Serpiente terrenal o La estrella de plata, ni siquiera firma con el apellido de su padre, sino con el de la madre. Jacaranda, la hija, es pintora y parece una buena especialista en temas taurinos. En cierta ocasión, hace pocos años, su hijo Joaquín en una entrevista concedida a un medio de comunicación, al referirse a la familia lo hizo diciendo que “a él lo alumbró una gitana” y nunca hace referencia a ese gran torero catalán que fue su progenitor. Jacaranda Albaicin tuvo un notable éxito en el año 2000 en Santander, pues incluso fue incluida en los actos culturales de la feria taurina, como la presentación de la “Tertulia José María Cossío”. María Albaicin tras su separación del torero, siguió en parte los pasos tradicionales de la familia bailando en algunas películas. Su tío Miguel actuó junto a su madre, la modelo Agustina en La pícara molinera, trabajó en París para la Paramount y coprotagonizo la versión de El amor brujo de Antonio Román. María bailó en La fuente mágica, Los pianos mecánicos y Café de Chinitas.
A raíz de todas estas circunstancias, la buena estrella del torero catalán se apagó, y el 24 de septiembre de 1983, año de su primera despedida, con 48 años de edad, se encerró en la plaza de Barcelona con seis toros de la ganadería de Begoña, haciéndole un faenón al toro Mequetrefe, y se retira del toreo. Reaparece de nuevo el 23 de abril de 1983 en Sevilla, con una corrida de Miura, junto a Ruiz Miguel y Manili. La Monumental de Barcelona fue una plaza emblemática para él, pues fue escenario de sus faenas en 243 ocasiones. En Barcelona reapareció el 19 de abril de 1987, alternando junto a Lucio Sandín y Manuel Cáscales. Todavía toreó una vez más de luces, en 1990, cuando tenía 55 años. Joaquín Bernadó fue un lidiador muy estimado, un hombre de una historia taurina relevante que no tuvo suerte en su vida familiar. Fue un torero elegante, muy fino tanto con el capote como con la muleta. La regularidad no fue ciertamente una de sus cualidades, pues por circunstancias aquí explicadas tuvo una carrera muy desigual, con muchas luces y muchas sombras, afectado sin duda por su fracaso sentimental y familiar. Sus dificultades con el estoque le imposibilitaron muchas veces de haber llegado más alto. A pesar de ello, su carrera está plagada de destellos de maestría y calidad. Hasta el momento de su retirada fue un diestro de una honradez ejemplar. Se fue de las plazas con 16 cornadas en el cuerpo.
El periodista Ángel Cebríán, publicó el 24 de septiembre de 1983 en La Vanguardia, una emotiva crónica con motivo de su retirada en la Plaza Monumental de Barcelona, donde tantísimas veces triunfó y, tras titular “Joaquín Bernadó, el mejor torero catalán. Tras 32 años de profesión se despide de la tauromaquia”, dice textualmente: “Muchos sustos, miedos y casi glorias han transcurrido por la vida de Joaquín Bernadó desde que en 1950 se planteara seriamente introducir su vida en esa aventurada profesión que es la de torero. Desde aquella primera actuación en Manresa hasta esta, su última y tal vez nada deseada retirada en la Monumental de Barcelona hoy, festividad de la Mercé, ha sido Bernadó un torero catalán por antonomasia, al que sin duda le ha perjudicado más que favorecido esta condición natural. Su fina y elegante figura, tal vez al tenor de su toreo, le delata casi mas como un gentleman al uso que como un matador de toros. Sin aspavientos ni forzados ademanes, se mueve y maneja en la plaza transmitiéndonos ese algo especial que sólo en la personalidad de los maestros tiene carácter de arte. Sabido y cierto es que nunca se ha llevado con el estoque y, sin embargo, a la par, mima el capote y acaricia la muleta”.
El torero Joaquín Bernadó tiene en la actualidad 73 años. Años mas tarde, tras su separación de María Albaicin, fijo su residencia en la provincia de Madrid. Se casó de nuevo con una bella peruana y con ella vive en el serrano y madrileño pueblo de Canencia. Lleva una vida sencilla y humilde, alejado del mundanal ruido, pero dentro del mundillo del toreo, trabaja como comentarista taurino y profesor de la Escuela Taurina “Marcial Lalanda” de Madrid, ejerciendo de profesor de chavales que quieren ser torero como lo fue él. Despreciado por sus hijos.. a estos chavales, aspirantes a figuras del toreo, dedica ahora su vida y su frustrado sentimiento paternal, junto a otros viejos toreros que ejercen también como profesores: Juan Antonio Alcoba “Macareno”, Jose Luis Bote y Faustino Inchausti “Tinín”. Valga pues este humilde reportaje que hoy publico en "Mano a mano", para tributar un merecido y emocionado homenaje a este gran torero catalán, que a pesar de haber rozado con sus dedos la gloria de los elegidos, la vida le negó la felicidad que cualquier ser humano merece por derecho propio: la felicidad que proporciona la propia familia.
Joaquín Bernadó, comenzó muy joven la carrera de comercio, la cual abandonó para dedicarse a los toros desde los quince años. Nació en Santa Coloma de Gramanet, el 16 de agosto de 1935. Su primera actuación tuvo lugar en Manresa, el 28 de mayo de 1950 y debuta con picadores en 1953 en Ledesma (Salamanca). Se presentó en el coso madrileño de Vista Alegre el 25 de abril de 1954, formando parte de un cartel junto a Vicente Escribano y Alejandro Valiente, matando astados de Ortega Estévez. Aquella tarde Bernadó estuvo excepcional, por lo que repitió en la misma plaza los días 9 y 16 de mayo. Actúa después en Barcelona y Valencia, donde obtiene éxitos de gran resonancia. Fue pues 1954 una temporada crucial para el torero de Santa Coloma de Gramanet, ya que participó en 41 festejos. Su debut en Sevilla se produjo el 22 de abril de 1955, junto al granadino Miguel Montenegro y Joselito Huerta, y gustó su fino sentido estético, por lo que le volvieron a anunciar el 15 de agosto, tarde en la que cortó una oreja, alternando con dos novilleros que serían mas tarde figuras del toreo: Jaime Ostos y de nuevo el mexicano Joselito Huerta. El 23 de junio de ese año se presentó en Las Ventas, junto a Miguel Montenegro y Jaime Ostos, y su actuación fue premiada con una oreja de un novillo del Marqués de Villagodio. Se doctoró el 4 de marzo de 1956 en Castellón, de la mano del maestro Antonio Bienvenida y actuando como padrino Julio Aparicio. El toro de su alternativa, de nombre Carolo, fue de la ganadería de Manuel Arranz. Confirma su doctorado en Madrid, el 10 de junio de ese mismo año, con toros del hierro de El Pizarral, actuando como padrino Mario Carrión ante el mexicano Joselito Huerta. En 1961 cuando finaliza su campaña española, viaja a México, país al que se desplazaría durante diez inviernos, actuando allí en 200 ocasiones. Probablemente sea el torero español que mas veces haya toreado en los cosos mexicanos, donde llegó a ser considerado como un ídolo indiscutible.
Fue en estos años cuando conoció a una joven y guapísima gitana, María Albaicin, que siguió la carrera de sus tíos en el baile. Era de una espectacular belleza y comenzó luciéndose en tablaos como El Corral de la Morería. Siendo aun muy joven conoció al torero catalán y surgió entre ellos una auténtica pasión de amor que desembocó en boda. Durante años formaron un matrimonio modélico, pues incluso tuvieron un hijo y una hija, de los que más adelante halaremos.
El 30 de abril de 1967 el torero catalán Joaquín Bernadó, realiza una faena memorable en Las Ventas en Madrid, frente a un toro de la divisa de Alonso Moreno de la Cova. Falló con la espada por lo que no se llevó las orejas, pero tuvo que dar dos vueltas al ruedo entre las emocionadas ovaciones del respetable. Esta actuación contribuyó a subir su cotización como torero fino, de arte, valor y gran técnica. Estando en el cenit de su carrera surge de manera sorpresiva su separación de la bailaora María Albaicin. Según cuenta Julián García Candau en su libro “Celos, Amor y Muerte. Tragedias y pasiones del Toreo”, corrió el rumor en aquellos años en las revistas del corazón, de que ella deseaba volver a los escenarios, pero al parecer según el citado autor, la causa fundamental de tan inesperada ruptura, fueron las horas de desamor. Joaquín Bernadó hizo largas y exitosas temporadas en México, lo que supuso muchas horas y días de soledad para María, una mujer profundamente amorosa. Fueron pues las soledades, que a ella le costó digerir, las que acabaron con la ruptura de la pareja y con la destrucción de la familia que ambos habían formado. Las muestras cada día de un mayor distanciamiento pudieron más que los sentimientos que ambos se profesaban, el amor se transformó en odio y la separación resultó inevitable, y es que a cada regreso de México se abrían mayores grietas en la relación entre ellos, pues crecían en ella los celos y las sospechas, no sabemos si justificadas o no. Para el torero la actitud de su mujer resultó un golpe muy doloroso y más doloroso aun la actitud que adoptaron su dos hijos, que fueron víctimas del conocido “síndrome de alienación parental”, un proceso psicológico que según los especialistas, se caracteriza porque uno de los progenitores manipula a sus hijos para que odien al otro progenitor. En estos casos, tras las palabras, los reproches o cualquier tipo de conducta humana, lo que realmente se esconde es el afán de venganza, y naturalmente... el resultado es desastroso, pues causa graves trastornos a los hijos durante toda la vida.
En el caso de Joaquín Bernadó y María Albaicin, los hijos hicieron piña con su madre y rechazaron cruelmente a su padre. El hijo, Joaquín Albaicin, escritor que ha tenido muy buenas críticas en obras como Gitanos en el Ruedo, La Serpiente terrenal o La estrella de plata, ni siquiera firma con el apellido de su padre, sino con el de la madre. Jacaranda, la hija, es pintora y parece una buena especialista en temas taurinos. En cierta ocasión, hace pocos años, su hijo Joaquín en una entrevista concedida a un medio de comunicación, al referirse a la familia lo hizo diciendo que “a él lo alumbró una gitana” y nunca hace referencia a ese gran torero catalán que fue su progenitor. Jacaranda Albaicin tuvo un notable éxito en el año 2000 en Santander, pues incluso fue incluida en los actos culturales de la feria taurina, como la presentación de la “Tertulia José María Cossío”. María Albaicin tras su separación del torero, siguió en parte los pasos tradicionales de la familia bailando en algunas películas. Su tío Miguel actuó junto a su madre, la modelo Agustina en La pícara molinera, trabajó en París para la Paramount y coprotagonizo la versión de El amor brujo de Antonio Román. María bailó en La fuente mágica, Los pianos mecánicos y Café de Chinitas.
A raíz de todas estas circunstancias, la buena estrella del torero catalán se apagó, y el 24 de septiembre de 1983, año de su primera despedida, con 48 años de edad, se encerró en la plaza de Barcelona con seis toros de la ganadería de Begoña, haciéndole un faenón al toro Mequetrefe, y se retira del toreo. Reaparece de nuevo el 23 de abril de 1983 en Sevilla, con una corrida de Miura, junto a Ruiz Miguel y Manili. La Monumental de Barcelona fue una plaza emblemática para él, pues fue escenario de sus faenas en 243 ocasiones. En Barcelona reapareció el 19 de abril de 1987, alternando junto a Lucio Sandín y Manuel Cáscales. Todavía toreó una vez más de luces, en 1990, cuando tenía 55 años. Joaquín Bernadó fue un lidiador muy estimado, un hombre de una historia taurina relevante que no tuvo suerte en su vida familiar. Fue un torero elegante, muy fino tanto con el capote como con la muleta. La regularidad no fue ciertamente una de sus cualidades, pues por circunstancias aquí explicadas tuvo una carrera muy desigual, con muchas luces y muchas sombras, afectado sin duda por su fracaso sentimental y familiar. Sus dificultades con el estoque le imposibilitaron muchas veces de haber llegado más alto. A pesar de ello, su carrera está plagada de destellos de maestría y calidad. Hasta el momento de su retirada fue un diestro de una honradez ejemplar. Se fue de las plazas con 16 cornadas en el cuerpo.
El periodista Ángel Cebríán, publicó el 24 de septiembre de 1983 en La Vanguardia, una emotiva crónica con motivo de su retirada en la Plaza Monumental de Barcelona, donde tantísimas veces triunfó y, tras titular “Joaquín Bernadó, el mejor torero catalán. Tras 32 años de profesión se despide de la tauromaquia”, dice textualmente: “Muchos sustos, miedos y casi glorias han transcurrido por la vida de Joaquín Bernadó desde que en 1950 se planteara seriamente introducir su vida en esa aventurada profesión que es la de torero. Desde aquella primera actuación en Manresa hasta esta, su última y tal vez nada deseada retirada en la Monumental de Barcelona hoy, festividad de la Mercé, ha sido Bernadó un torero catalán por antonomasia, al que sin duda le ha perjudicado más que favorecido esta condición natural. Su fina y elegante figura, tal vez al tenor de su toreo, le delata casi mas como un gentleman al uso que como un matador de toros. Sin aspavientos ni forzados ademanes, se mueve y maneja en la plaza transmitiéndonos ese algo especial que sólo en la personalidad de los maestros tiene carácter de arte. Sabido y cierto es que nunca se ha llevado con el estoque y, sin embargo, a la par, mima el capote y acaricia la muleta”.
El torero Joaquín Bernadó tiene en la actualidad 73 años. Años mas tarde, tras su separación de María Albaicin, fijo su residencia en la provincia de Madrid. Se casó de nuevo con una bella peruana y con ella vive en el serrano y madrileño pueblo de Canencia. Lleva una vida sencilla y humilde, alejado del mundanal ruido, pero dentro del mundillo del toreo, trabaja como comentarista taurino y profesor de la Escuela Taurina “Marcial Lalanda” de Madrid, ejerciendo de profesor de chavales que quieren ser torero como lo fue él. Despreciado por sus hijos.. a estos chavales, aspirantes a figuras del toreo, dedica ahora su vida y su frustrado sentimiento paternal, junto a otros viejos toreros que ejercen también como profesores: Juan Antonio Alcoba “Macareno”, Jose Luis Bote y Faustino Inchausti “Tinín”. Valga pues este humilde reportaje que hoy publico en "Mano a mano", para tributar un merecido y emocionado homenaje a este gran torero catalán, que a pesar de haber rozado con sus dedos la gloria de los elegidos, la vida le negó la felicidad que cualquier ser humano merece por derecho propio: la felicidad que proporciona la propia familia.
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