“SI LOS elementos diferenciales con valor económico que ofertaba tradicionalmente a los mercados la empresa ganadera eran la bravura, la casta, la acometividad y la fuerza del toro de lidia, actualmente, en el nuevo contexto del negocio taurino, lo que más valor añade al toro de lidia en los mercados es su docilidad, su manejabilidad, su contribución al lucimiento del torero, su nobleza y su falta de peligro. Así, se podría establecer una doble denominación: los ganaderos clásicos, en sentido estricto, que serían exclusivamente los que hacen de la casta y la bravura del toro su valor profesional y económico fundamental; y los ganaderos comerciales, que serían los que se han adaptado a las exigencias del mercado actual, aceptando su papel subordinado de simples proveedores de toros que les exige el grupo dominante en la tauromaquia del mercado”. Esto lo señaló el profesor Juan Gómez Castañeda, no es mío, solo coincidimos en preceptos...
LA VERDAD que todos lo sabemos, menos los diferentes personajes directamente involucrados en el negocio taurino.
A VER si no complico las cosas, a ver si puedo darme a entender.
POR LA década de los años sesenta del siglo pasado, apenas hace cincuenta años, la generalidad de las corridas en el territorio mexicano paraban la báscula, promedio, en algo así de los cuatrocientos cincuenta kilos y nadie decía algo, hoy en día vemos toros que sobrepasan la media tonelada y son chillados enormemente en cuanto salen por toriles. Queda claro pues que los kilos no dan guapura alguna en su morfología, los kilos “bien acomodados” si que la dan.
RECUERDO POR esos años que fuera de la feria de “San Marcos” se anunció una corrida de toros, rezaban los carteles, “CON MAS DE 500 KILOS”, eludo decirles que no cabíamos por los pasillos de las corraletas, las pequeñas ventanas hacia el interior de las mismas era insuficiente para admirar esos cromos, gordos, enmorrillados, con dos “leños” coronando su testa, seis ejemplares a los que no estábamos acostumbrados a ver, repito que por lo general las corridas era con cincuenta kilos menos.
CORRIDAS MENOS pesadas pero con mas sangre brava, con la sangre productora de emociones tan escasa hoy por México y eso suplía toda escasez de carnes. Algo puede influir la modernidad de medios como lo es la televisión que nos deja ver el corpulento y voluminoso toro español, mal contagio cuando son dos cosas muy diferentes, sin olvidar que por aquí los toreros, empresarios, ganaderos y apoderados se han ido por el camino fácil, la falta de bravura y exceso de docilidad.
DESDE LUEGO que el escritor Juan Gómez Castañeda tiene razón, el es extranjero y dice lo que nota por sus terrenos, aquí le podemos decir con toda tranquilidad y comodidad... ¡Quítate que ahí te voy!, fácil se la ganamos pero agregando que en ambos países hay casas ganaderas con vergüenza, las mismas que evaden “los profesionales”, esas son exactamente las que queremos ver. El descastamiento se fue dosificando tan despacio que el nuevo aficionado cree esta es la fiesta buena, los gritos en los tendidos son por la falta de trapío, no de casta, el novel asistente a los coso no la conoce, cuando vea un toro “a la antigüita” dirá que esta toreado o tiene muy mal “carácter”. Hoy se prefieren kilos en lugar de casta.
SI EL toro mexicano fuera verdaderamente manso, hubiera sido imposible que tanto don Luís Barroso Barona y el arquitecto García Villaseñor mandaran sus reses al mismo Madrid, y que conste que el promedio en el que lidiaron no sobrepaso la media tonelada, tenían trapío, peso justo y nadie se quejo en cuanto conocieron su desempeño, al contrario, “la bravura mexicana” les gustó por allá.
AQUÍ PROFESOR Castañeda, por si esto lo lee, ya es un cachondeo, ni modo de decir o sugerir que en rebelión no asistan a los cosos, ya están vacíos, ahora solo falta le pintarrajen a las gradas con una colorida publicidad, hay todo el espacio del mundo para sacar una ganancia extra... a ver quienes la ven.
CUANDO LA casta regrese... a los toreros y estos exijan no se le de un trato de peleles, entonces podremos pensar que el aficionado retorna con gusto a poblar tendidos, a aplaudir a sus nuevos ídolos y estos a cobrar dignamente, por algo firman sus contratos y muy claro dice mataran una corridas de toros, son toreros, no aficionado prácticos, menos deben de ser parte de un fraude correctamente orquestado entre ganaderos, apoderados y empresas... En el campo mexicano hay dehesas que conservan la bravura, por lo mismo es que todo esto... LASTIMOSAMENTE DUELE... ¡PERO ES CIERTO!... Nos Vemos.
LA VERDAD que todos lo sabemos, menos los diferentes personajes directamente involucrados en el negocio taurino.
A VER si no complico las cosas, a ver si puedo darme a entender.
POR LA década de los años sesenta del siglo pasado, apenas hace cincuenta años, la generalidad de las corridas en el territorio mexicano paraban la báscula, promedio, en algo así de los cuatrocientos cincuenta kilos y nadie decía algo, hoy en día vemos toros que sobrepasan la media tonelada y son chillados enormemente en cuanto salen por toriles. Queda claro pues que los kilos no dan guapura alguna en su morfología, los kilos “bien acomodados” si que la dan.
RECUERDO POR esos años que fuera de la feria de “San Marcos” se anunció una corrida de toros, rezaban los carteles, “CON MAS DE 500 KILOS”, eludo decirles que no cabíamos por los pasillos de las corraletas, las pequeñas ventanas hacia el interior de las mismas era insuficiente para admirar esos cromos, gordos, enmorrillados, con dos “leños” coronando su testa, seis ejemplares a los que no estábamos acostumbrados a ver, repito que por lo general las corridas era con cincuenta kilos menos.
CORRIDAS MENOS pesadas pero con mas sangre brava, con la sangre productora de emociones tan escasa hoy por México y eso suplía toda escasez de carnes. Algo puede influir la modernidad de medios como lo es la televisión que nos deja ver el corpulento y voluminoso toro español, mal contagio cuando son dos cosas muy diferentes, sin olvidar que por aquí los toreros, empresarios, ganaderos y apoderados se han ido por el camino fácil, la falta de bravura y exceso de docilidad.
DESDE LUEGO que el escritor Juan Gómez Castañeda tiene razón, el es extranjero y dice lo que nota por sus terrenos, aquí le podemos decir con toda tranquilidad y comodidad... ¡Quítate que ahí te voy!, fácil se la ganamos pero agregando que en ambos países hay casas ganaderas con vergüenza, las mismas que evaden “los profesionales”, esas son exactamente las que queremos ver. El descastamiento se fue dosificando tan despacio que el nuevo aficionado cree esta es la fiesta buena, los gritos en los tendidos son por la falta de trapío, no de casta, el novel asistente a los coso no la conoce, cuando vea un toro “a la antigüita” dirá que esta toreado o tiene muy mal “carácter”. Hoy se prefieren kilos en lugar de casta.
SI EL toro mexicano fuera verdaderamente manso, hubiera sido imposible que tanto don Luís Barroso Barona y el arquitecto García Villaseñor mandaran sus reses al mismo Madrid, y que conste que el promedio en el que lidiaron no sobrepaso la media tonelada, tenían trapío, peso justo y nadie se quejo en cuanto conocieron su desempeño, al contrario, “la bravura mexicana” les gustó por allá.
AQUÍ PROFESOR Castañeda, por si esto lo lee, ya es un cachondeo, ni modo de decir o sugerir que en rebelión no asistan a los cosos, ya están vacíos, ahora solo falta le pintarrajen a las gradas con una colorida publicidad, hay todo el espacio del mundo para sacar una ganancia extra... a ver quienes la ven.
CUANDO LA casta regrese... a los toreros y estos exijan no se le de un trato de peleles, entonces podremos pensar que el aficionado retorna con gusto a poblar tendidos, a aplaudir a sus nuevos ídolos y estos a cobrar dignamente, por algo firman sus contratos y muy claro dice mataran una corridas de toros, son toreros, no aficionado prácticos, menos deben de ser parte de un fraude correctamente orquestado entre ganaderos, apoderados y empresas... En el campo mexicano hay dehesas que conservan la bravura, por lo mismo es que todo esto... LASTIMOSAMENTE DUELE... ¡PERO ES CIERTO!... Nos Vemos.
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