Por Pedro Julio Jiménez Villaseñor
EL AÑO lo olvido, no recuerdo si fue en 1963 o un años después, creo es lo de menos, quizá inclusive una año antes, el caso es que en la plaza México se anunció una tercia con Víctor Pastor, Felipe Téllez y Manolo Durón, a quien por cierto le faltaba uno de sus ojos, producto del golpe de una banderilla que literalmente se lo había vaciado hacia ya varios años, valiente a carta cabal y excelente amigo por cierto.
ESA MAÑANA su servidor platico largo rato en el hotel con el tercer espada, amigos de muchos años ya que Manolo era también aguascalentense, le vi completamente desnudo al entrar y salir de bañarse, sus muslos se componían de enormes cicatrices, muchas mas que las que le había notado cuando años atrás íbamos al vapor después de entrenar, era carne de cañón pero repito que valiente entre los valientes. Nada fuera del otro mundo comentamos, pasado un buen rato me despedí y me dirigí al enorme coso, había suficiente tiempo para saborear las sabrosas fritangas que rodean a la plaza. Raro se me hizo ver mucho muy temprano a los tres actuantes pero imaginé solo era precaución para evitar algún contratiempo. A la plaza se acostumbra lleguen los actuantes media hora, aproximadamente, antes del festejo, esa tarde entraban con un anticipo al triple. Ni idea del porque.
POR AQUELLOS años era costumbre muy natural que las entradas fuesen superior a la media de la capacidad de la plaza más grande del mundo, inclusive había un truco, todos comprábamos boletos de las ultimas filas del tendido numerado y a segundos del inicio del festejo nos acomodábamos mas abajo del asiento comprado, en parte por eso mismo, generalmente en las viejas graficas no se ven huecos.
PRESTOS PARA ver la novillada estábamos Jaime Rivero, “El Húngaro” y quien escribe. Todo parecía muy normal al verlos partir plaza, a los toreros los teníamos de frente y no notamos nada raro. Al cambiar la seda por el percal y comenzar a pegarle lances al viento como se acostumbra, desde luego que ya quedaba de espaldas a nuestra vista y fue ahí donde les notamos unas pequeñas “mochilitas” exactamente a centímetros de donde la espalda termina.
¿QUÉ ES eso?, nos preguntábamos todos los vecinos, nadie conocía la respuesta. Parecía las tan hoy de moda “cangureras” pero colocadas inversamente. Todo un misterio de esa cosa.
DESDE LUEGO que a la salida de la gradería es una costumbre quedarse en los pasillos a esperar amigos, a saludar a los toreros que van saliendo y a conocer y/o inventar y compartir chismes. Ahí salimos de nuestra duda.
UN GRUPO de médicos norteamericanos les habían dejado, dentro de las por mi llamadas “mochilitas”, una gran cantidad de alambres conectados por medio de parches, científica o médicamente desconozco el nombre, que iban directamente a ciertas partes de sus cuerpos y estos mandaban las reacciones de sus organismos a monitores instalados en un espacio ex profeso en la enfermería que vigilaban los norteamericanos. Querían medir pulsaciones y ritmo cardiaco, adrenalina, temperaturas y todo tipo de reacciones del cuerpo de un torero ante una res, inclusive el miedo, (¿?).
SI NUNCA “tonaron” sus pantallas, ordenadores o terminales, fue porque simple y sencillamente esas emociones solo las capta el ojo y la sensibilidad del aficionado, la emoción no se mide así, menos cuando se torea por y con gusto, así de fácil, así de sencillo.
MI AMIGO, el valiente Manolo Duron murió atropellado en el Distrito Federal, al bajarse de un camión urbano, por la falta de su ojo no se dio cuenta que de ese lado pasaba un autobús y ahí y así, acabo la vida de este siempre bien recordado amigo de nuestra lejana juventud... Nos Vemos.
Lo único que supe de Manolo Durón es su doble actuación en sendas novilladas en "El Progreso", los domingos 3 y 10 de noviembre de 1963; en la primera alternó con Joel Téllez "El Silverio" y Jesús Solorzano hijo y novillos de Ramiro González, se le dió muy bien ya que cortó las orejas de su segundo y salió a hombros. En la segunda alternó con Chano Ramos y Benjamín Morúa, con novillos de Campo Alegre y aquí la historia fue totalmente distinta, así escribió Paco Madrazo en su libro "Agotado el Boletaje":"Manolo Durón , a quien el público le había regalado dos orejas y salida a hombros, ocho días antes, pagó el precio de engaño: dos avisos y pitos en su primero y aviso y pitos en su segundo"
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