Sevilla. Lunes 2 de mayo. 8ª de Feria. Plaza de la Maestranza: Lleno. Tarde nublada con algo de viento. Se lidiaron 6 toros de la ganadería de El Ventorrillo (encaste Juan Pedro Domecq). Corrida bien presentada, pero muy descastada y mansa. Abrieron plaza: Julián López “El Juli” (silencio y ovación con saludo desde el tercio). Miguel Ángel Perera (silencio y un aviso, y palmas) y Daniel Luque (silencio y ovación). Presidió el festejo Fernando Fernández Figueroa. La Banda del maestro Tejera ni se estrenó.
Por Rafael GONZALEZ ZUBIETA
Esto de la Fiesta de los Toros es un espectáculo como poco… extraño, y desde luego muy caro. Digo extraño, porque es un espectáculo incómodo pero que se puede sobrellevar si se produce el milagro de hace dos días con los toros de Núñez del Cuvillo, en el que la incomodidad se borra por completo o la ignoras en aras de la belleza y el arte del espectáculo del que estas disfrutando. Pero si sale por toriles una mansada de cabestros de El Ventorrillo como la que ayer salió en la Maestranza, se puede convertir en un espectáculo caro, incómodo y muy aburrido. Puede pasar lo que nos pasó a todos los que estábamos en el coso del Baratillo… que salimos de allí todos y todas con cara de tontos, pues además de habernos gastado un dineral en ir a ver una corrida de postín, estábamos mas cabreados que una mona. Todos esperábamos que tanto El Juli, como Perera y Luque vendrían a intentar dar la réplica a Manzanares tras su glorioso triunfo del otro día, pero los tres toreros chocaron con un imponderable: no había toros, pues lo que salió por toriles eran seis cabestros y alguno de ellos con muy mala leche. Decir que los tres toreros estuvieron toda la tarde muy dispuestos, intentando superar las adversidades de la falta de casta de los toros de El Ventorrillo, pero chocaron con lo imposible, pues de donde no hay no se puede sacar nada.
El público además tenía ganas de ver torear, pues nada mas aparecer Julián López “El Juli” en la arena para recibir a su primero, recibió una fuerte y cariñosa ovación de un público sevillano que sabe agradecer los esfuerzos de los toreros buenos. El primer toro de El Juli se llamaba “Infame”, un colorado ojo perdiz que hizo honor a su nombre, pues desde el primer momento el toro medía al torero, que tras llevarlo al caballo le dio un quite por chicuelinas muy bueno. El toro fue a peor tras las banderillas, pues se le revolvía en un palmo de terreno con ganas de echarle mano al torero. Fue desarrollando sentido, algo que ya cantó en el capote. El torero lo intentó por la derecha y por la izquierda pero es verdad que era “infame” por ambos lados… un toro muy complicado hasta para estar delante de él, y El Juli viendo que era imposible ir a mas se fue a por la espada y lo tumbó de una estocada. Su segundo parecía que iba a enderezar la tarde, pues de salida tenía movilidad e iba largo con el capote, aunque apretaba para adentro. Al salir del caballo El Juli prueba al toro y la decepción cundió por los tendidos, pues salía desentendido del percal y de la pelea, buscando la puerta de salida. Le dio dos buenas tandas con la derecha y Peluco, que así es como se llamaba este cabestro negro bragao y burraco, se puso a escarbar en el albero como si quisiera encontrar un tesoro. Le dio luego una buena tanda con la izquierda al natural, pero en la segunda intentona el toro ya empieza a defenderse, pasando rebrincado y con la embestida descompuesta. EL Juli vio el momento de atacarle a fondo y lo obligó bajándole la mano y el toro cantó la gallina definitivamente y se rajó marchándose escopeteado a las tablas buscando la puerta por donde había entrado. El Juli fue a por la espada y lo tumbó de una certera estocada casi entera. El torero saludó desde el tercio a una fuerte ovación del público que supo reconocer el esfuerzo que había hecho.
Miguel Ángel Perera se llevó tal vez el lote más impresentable de los tres. Si malos fueron los de sus compañeros de cartel, lo suyo fue infumable. Su primero de salida se quedaba corto en el capote y apretaba para adentro, mostrando sin vergüenza ni pudor ninguno lo que realmente era: más manso que una cabra. Le dieron sus dos puyazos e intentaron avivarlo en banderillas. De nada sirvió pues en la muleta gazapeaba y daba tornillazos en el embroque. Era un toro manso, descastado pero con fuerza, que no dejaba de escarbar en el albero como todos sus hermanos de camada: buscadores de tesoros. Desarmó al torero de un cabezazo cuando intentaba comenzar a torearlo con la izquierda. Salía de la muleta mirando a toriles como si suspirara por salir corriendo para allá. Perera puso empeño en torearlo pero es que era prácticamente imposible hacerlo. Con la espada pinchó dos veces, le dieron un aviso y lo tumbó de media. El segundo de su lote fue un toro pintoresco de aspecto: un salinero de capa y de nombre Novedoso. Se paraba de salida en el capote midiendo al torero. El banderillero Joselito Gutierrez le puso dos pares de banderillas de antología que le obligaron a desmonterarse por los aplausos del público de la Maestranza, que sabe siempre ver los detalles buenos y toreros. Al segundo pase con la muleta el toro se desentendía de lo que allí estaba pasando, como si la cosa no fuera con él. A esas alturas de corrida el público ya estaba bastante cabreado y se hicieron presentes los primeros pitos y las palmas de tango, pues se sentían estafados y mostraban de tal forma su indignación. Perera se esforzó lo indecible por torearlo pero es que el toro era un cabestro. Lo tumbó de una certera estocada en todo lo alto.
A Daniel Luque, que cerraba la terna, le paso lo mismo que a sus compañeros de cartel, que por más que se esforzó en agradar y torear a los dos marmolillos no pudo hacer nada. A su primero lo picó extraordinariamente bien Benito Quinta, que demostró con el palo torería y dominar la montura del caballo. Fue banderilleado a palo por pasada, como si los subalternos fueran rejoneadores a pie, porque el bicho eran manso pero no era tonto y tenía mala leche. El toro estuvo a punto de echar mano a Luque en el primer desplante con el que comenzó su faena. Creía que podría hacerle algo pues este su primer toro, tercero en lidia, daba al menos alguna opción de poder torearlo. Hizo faena a base de empeño, toreándolo por derecho en torero, pero de nada le valió pues le dio cuatro pinchazos y un bajonazo infame, con el que mandó al animalito a la otra vida. Su segundo toro, sexto de la tarde, echaba las manos por delante con la cara arriba en el capote cosa que no gustó nada al respetable. Fue muy protestado por el público que ya nadaba en la indignación y en insultos al presidente del festejo, por negarse a echarlo para atrás a pesar de que se caía cada vez que entrababa al caballo. Para colmo el joven Daniel Luque se le ocurre brindar este cabestro al público de Sevilla, que en vez de agradecérselo, le propinó una fuerte pitada. ¿Dónde tenía la cabeza el torero… con este marrajo?...las cosas de la poca edad, digo yo. Pasó lo que tenía que pasar que el público ya no se callaba, cuando el toro entraba y salía de la muleta descompuesto, con la cara arriba. Daniel Luque hizo un esfuerzo supremo con este toro, mayormente por justificarse ante un público como el de Sevilla, pero ya lo dije antes: donde no hay nada se puede sacar. En fin que aquello acabo con una rotunda estocada en todo lo alto, que al menos le valió para recibir una fuerte ovación de un público desengañado y aburrido. La gente se fue camino del Ferial, a presenciar la inauguración de la iluminación y a comerse con sus familias el “pescaito” frito. Los que llegaron desde la Maestranza… todos llevaban caras raras. Se les había puesto a todos la cara de tonto después de la corrida de ayer.
Esto de la Fiesta de los Toros es un espectáculo como poco… extraño, y desde luego muy caro. Digo extraño, porque es un espectáculo incómodo pero que se puede sobrellevar si se produce el milagro de hace dos días con los toros de Núñez del Cuvillo, en el que la incomodidad se borra por completo o la ignoras en aras de la belleza y el arte del espectáculo del que estas disfrutando. Pero si sale por toriles una mansada de cabestros de El Ventorrillo como la que ayer salió en la Maestranza, se puede convertir en un espectáculo caro, incómodo y muy aburrido. Puede pasar lo que nos pasó a todos los que estábamos en el coso del Baratillo… que salimos de allí todos y todas con cara de tontos, pues además de habernos gastado un dineral en ir a ver una corrida de postín, estábamos mas cabreados que una mona. Todos esperábamos que tanto El Juli, como Perera y Luque vendrían a intentar dar la réplica a Manzanares tras su glorioso triunfo del otro día, pero los tres toreros chocaron con un imponderable: no había toros, pues lo que salió por toriles eran seis cabestros y alguno de ellos con muy mala leche. Decir que los tres toreros estuvieron toda la tarde muy dispuestos, intentando superar las adversidades de la falta de casta de los toros de El Ventorrillo, pero chocaron con lo imposible, pues de donde no hay no se puede sacar nada.
El público además tenía ganas de ver torear, pues nada mas aparecer Julián López “El Juli” en la arena para recibir a su primero, recibió una fuerte y cariñosa ovación de un público sevillano que sabe agradecer los esfuerzos de los toreros buenos. El primer toro de El Juli se llamaba “Infame”, un colorado ojo perdiz que hizo honor a su nombre, pues desde el primer momento el toro medía al torero, que tras llevarlo al caballo le dio un quite por chicuelinas muy bueno. El toro fue a peor tras las banderillas, pues se le revolvía en un palmo de terreno con ganas de echarle mano al torero. Fue desarrollando sentido, algo que ya cantó en el capote. El torero lo intentó por la derecha y por la izquierda pero es verdad que era “infame” por ambos lados… un toro muy complicado hasta para estar delante de él, y El Juli viendo que era imposible ir a mas se fue a por la espada y lo tumbó de una estocada. Su segundo parecía que iba a enderezar la tarde, pues de salida tenía movilidad e iba largo con el capote, aunque apretaba para adentro. Al salir del caballo El Juli prueba al toro y la decepción cundió por los tendidos, pues salía desentendido del percal y de la pelea, buscando la puerta de salida. Le dio dos buenas tandas con la derecha y Peluco, que así es como se llamaba este cabestro negro bragao y burraco, se puso a escarbar en el albero como si quisiera encontrar un tesoro. Le dio luego una buena tanda con la izquierda al natural, pero en la segunda intentona el toro ya empieza a defenderse, pasando rebrincado y con la embestida descompuesta. EL Juli vio el momento de atacarle a fondo y lo obligó bajándole la mano y el toro cantó la gallina definitivamente y se rajó marchándose escopeteado a las tablas buscando la puerta por donde había entrado. El Juli fue a por la espada y lo tumbó de una certera estocada casi entera. El torero saludó desde el tercio a una fuerte ovación del público que supo reconocer el esfuerzo que había hecho.
Miguel Ángel Perera se llevó tal vez el lote más impresentable de los tres. Si malos fueron los de sus compañeros de cartel, lo suyo fue infumable. Su primero de salida se quedaba corto en el capote y apretaba para adentro, mostrando sin vergüenza ni pudor ninguno lo que realmente era: más manso que una cabra. Le dieron sus dos puyazos e intentaron avivarlo en banderillas. De nada sirvió pues en la muleta gazapeaba y daba tornillazos en el embroque. Era un toro manso, descastado pero con fuerza, que no dejaba de escarbar en el albero como todos sus hermanos de camada: buscadores de tesoros. Desarmó al torero de un cabezazo cuando intentaba comenzar a torearlo con la izquierda. Salía de la muleta mirando a toriles como si suspirara por salir corriendo para allá. Perera puso empeño en torearlo pero es que era prácticamente imposible hacerlo. Con la espada pinchó dos veces, le dieron un aviso y lo tumbó de media. El segundo de su lote fue un toro pintoresco de aspecto: un salinero de capa y de nombre Novedoso. Se paraba de salida en el capote midiendo al torero. El banderillero Joselito Gutierrez le puso dos pares de banderillas de antología que le obligaron a desmonterarse por los aplausos del público de la Maestranza, que sabe siempre ver los detalles buenos y toreros. Al segundo pase con la muleta el toro se desentendía de lo que allí estaba pasando, como si la cosa no fuera con él. A esas alturas de corrida el público ya estaba bastante cabreado y se hicieron presentes los primeros pitos y las palmas de tango, pues se sentían estafados y mostraban de tal forma su indignación. Perera se esforzó lo indecible por torearlo pero es que el toro era un cabestro. Lo tumbó de una certera estocada en todo lo alto.
A Daniel Luque, que cerraba la terna, le paso lo mismo que a sus compañeros de cartel, que por más que se esforzó en agradar y torear a los dos marmolillos no pudo hacer nada. A su primero lo picó extraordinariamente bien Benito Quinta, que demostró con el palo torería y dominar la montura del caballo. Fue banderilleado a palo por pasada, como si los subalternos fueran rejoneadores a pie, porque el bicho eran manso pero no era tonto y tenía mala leche. El toro estuvo a punto de echar mano a Luque en el primer desplante con el que comenzó su faena. Creía que podría hacerle algo pues este su primer toro, tercero en lidia, daba al menos alguna opción de poder torearlo. Hizo faena a base de empeño, toreándolo por derecho en torero, pero de nada le valió pues le dio cuatro pinchazos y un bajonazo infame, con el que mandó al animalito a la otra vida. Su segundo toro, sexto de la tarde, echaba las manos por delante con la cara arriba en el capote cosa que no gustó nada al respetable. Fue muy protestado por el público que ya nadaba en la indignación y en insultos al presidente del festejo, por negarse a echarlo para atrás a pesar de que se caía cada vez que entrababa al caballo. Para colmo el joven Daniel Luque se le ocurre brindar este cabestro al público de Sevilla, que en vez de agradecérselo, le propinó una fuerte pitada. ¿Dónde tenía la cabeza el torero… con este marrajo?...las cosas de la poca edad, digo yo. Pasó lo que tenía que pasar que el público ya no se callaba, cuando el toro entraba y salía de la muleta descompuesto, con la cara arriba. Daniel Luque hizo un esfuerzo supremo con este toro, mayormente por justificarse ante un público como el de Sevilla, pero ya lo dije antes: donde no hay nada se puede sacar. En fin que aquello acabo con una rotunda estocada en todo lo alto, que al menos le valió para recibir una fuerte ovación de un público desengañado y aburrido. La gente se fue camino del Ferial, a presenciar la inauguración de la iluminación y a comerse con sus familias el “pescaito” frito. Los que llegaron desde la Maestranza… todos llevaban caras raras. Se les había puesto a todos la cara de tonto después de la corrida de ayer.
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